viernes, 19 de marzo de 2010

CUENTOS JAPONESES. LAS AVENTURAS DEL PROFETA AZUL EN JAPÓN (SEGUNDA PARTE)

El ensañamiento del Profeta Azul hacia Japón había llegado a extremos enfermizos. Igual que los periódicos y telediarios españoles se dedicaban a terjiversar la realidad y a manipular los hechos para predisponer a la opinión pública española en contra de Venezuela y Colombia, el que antaño había sido el mejor escritor de relatos cortos con diferencia había convertido su interesantísimo blog en una absurda retahíla de insultos, afirmaciones falsas y  exageraciones contra el país del sol naciente; una repetición de argumentos falaces y  sin fundamento alguno que tenían como único objetivo desinformar al público sobre la realidad de aquel país. Del mismo modo que el País y el Mundo eran capaces de insinuar con todo descaro, ajenos a cualquier principio de ética periodística, que Venezuela, uno de los paises más democráticos del mundo, era gobernado por un caudillo autoritario, y ocultaban también a los españoles los grandes logros del gobierno de Chávez; también el Profeta había llegado al extremo de afirmar sin vergüenza alguna, en su delirante obsesión anti-japonesa, que Japón -que probablemente de entre las naciones desarrolladas era la que mejor había sabido mantener su esencia, costumbres, festivales y peculiaridades-, era en realidad un país aburrido, sin lugares de interés, occidentalizado y que no conservaba apenas tradiciones resaltables.

Hasta tal punto se prodigaba el Profeta en sus aseveraciones carentes de toda lógica y sentido común que la nueva administración japonesa de Yukio Hatoyama se sentía profundamente preocupada por el efecto que toda esa propaganda negativa y todas esas informaciones sin ninguna base real pudieran tener sobre la imagen de su país. Pues si bien, el blog del Profeta, igual que el del Chino Muerto, había sido siempre un medio minoritario y de calidad que apenas tenía repercusión entre una élite de intelectuales avanzados, era de temer que, igual que ocurría con los medios de comunicación que la mayoría de los españoles leían a diario, conforme iba abandonando su tarea de describir fielmente la realidad, sucumbía a la demagogia y se convirtiera en un periódico de ciencia ficción y en un medio de desinformación másiva, aumentara su repercursión y llegara a afectar a las masas, dañando así la imagen que los españoles tenían del interesantísimo país de la gheisas, los pordioseros, las viejas en forma de ele y el pachinko.

Además, la economía japonesa no estaba para bromas de ningún tipo. Con una deuda que superaba el propio producto interior bruto anual de la nación, una industria golpeada por la competencia de otras naciones asiáticas y por la crisis mundial, el envejecimiento de la población, la caída del turismo, y también la presión de la administración Obama, el premio Nobel de la Guerra, una de las administraciones más hostiles de la historia de una nación ya hostil de por sí; un nuevo factor negativo, aunque fuera una caída de sólo una decena del numero de turistas que visitaban la isla cada año, podía provocar la desconfianza de los mercados financieros, aumentar los problemas de varios ayuntamientos e instituciones regionales que ya estaban al borde de la quiebra y provocar una crisis todavía mayor que terminara por hundir completamente la maltrecha economía del país nipón, obligándoles a pedir "ayuda" al tenebroso Fondo Monetario Internacional.

Así que después de varias deliberaciones del Primer Ministro Hatoyama en persona con su consejo de ministros y con sus socios de coalición,  se decidió actuar contundentemente para cortar de raíz el problema. Unos mercenarios chinos anticomunistas de élite al servicio del gobierno japonés aparecieron una mañana por el parque donde vivía el Profeta haciéndose pasar por mendigos antijaponeses de izquierdas y estuvieron bebiendo cartones de vino e insultando a Japón con el otrora mejor bloguista de la historia. Al caer la noche, los mendigos y el Profeta estaban ya practicando un animado sueling entre sus propios vómitos. Pero el sueling de los pordioseros era fingido. Habían introducido en el vino del Profeta una sustancia que hizo que éste no se despertara hasta varios días después, cuando ya había sido translado en una jaula desde España a Kioto, la más turística y encantadora ciudad de Japón y el mayor balnco de las mentiras y los odios del Profeta.

Una vez llegado a Kioto, el Profeta quedó para siempre encerrado en la misma jaula en la que había sido transladado a su país más odiado. De esa manera el Profeta estaría bajo el control del gobierno japonés y sin acceso a internet para que no pudiera publicar ya nunca más sus ridículos oprobios en contra del país nipón. Además, como venganza a todo el daño que había provocado a la reputación del país, y sabiendo cuánto odiaba los lugares turísticos, la jaula fue colocada en una de las zonas de Kioto más pintorescas y más visitadas por los visitantes extranjeros, en la calle que conduce al templo de Nanzen, cerca del maravilloso paseo de los filósofos, y con una vista preciosa a las montañas del este de la ciudad y a los puestos de suvenirs alineados a ambos lados de la calle.

Durante meses, la vida del Profeta discurrió con sopor y aburrimiento en la estrecha jaula desde la que contemplaba pasar cada día a varios miles de turistas llegados a esa parte de la ciudad para disfrutar la animada vida cultural que un barrio de la ciudad con un patrimonio tan rico y con tantos y tan variados eventos culturales ofrecía a sus visitantes. Ya se tratara de visitar los maravillosos templos de la zona, asistir a un concierto de taiko, contemplar teatro tradicional japonés, escuchar un cuentacuentos típico, aprender un arte marcial, asistir a la fabricación artesanal de katanas, vestirse de geisha, probar la deliciosa gastronomía local, aprender ikebana, caligrafía china, contemplar, escuchar o probar instrumentos que se remontaban a épocas inmemoriales, festivales extraños como los que ocurrían en Japón... Aunque muchos habían ahorrado durante años para hacer el viaje de sus sueños, y se les veía avanzar por la calle ilusionados, animados, con los corazones llenos de alegría, el Profeta se dedica a insultarles desde su jaula utilizando el mismo típico de argumentos irracionales con los que durante los meses anteriores había llenado su ya no excelente blog. "!Imbéciles de mierda, ¿a dónde vais?...!Kioto es una ciudad de mierda, sin cultura, ni tradiciones... Los templos son de plástico, pequeños y están vacíos... Los japoneses son robots...China es más interesantes.. Los templos son más grandes... Estáis desperdiciando vuestro dinero y vuestro tiempo...!

Cuando oían ese tipo de disparates que parecían bromas que nadie entendía pero que el Profeta decía con la mayor seriedad del mundo, como si se tratara de verdades comprobadas cientificamente, los turístas se reían y se dedicaban a hacer fotos sin parar al chalado de la jaula. Chalado al que, por cierto, después de semanas en su nuevo hábitat, le habían crecido las barbas y las melenas como a Robinson Crusoe hasta hacerle parecer una bestia primitiva y simiesca propia de una película de terror de bajo presupuesto y argumento mal hilvanado. "Los millones de turistas que venís a Kito al año, ciudad sin interés, ni centro histórico, estáis totalmente equivocados -seguía gritando el Profeta, para más risa de los turistas- todos estáis equivocados y sólo yo estoy en lo cierto. Os están tomando el pelo, imbéciles de mierda".

Aunque al principio sus comentarios sonaban divertidos, como el Profeta, cuando se obsesionaba con algo, tenía la manía de repetir cientos de miles de veces, y con todo convencimiento, los mismos argumentos, por muy falaces y disparatados que fueran, al final los turistas se cansaban de escuchar las incongruencias y los quejidos de la abominable criatura peluda e intentaban acallarle lanzándole grandes cantidades de comida japonesa tradicional, que precisamente era la más odiada por ese ser abyecto. Sushi de primera calidad, sashimi fresquísimo, ramen, gyoza crujientito por fuera y jugoso por dentro..., exquisiteces que cualquier paladar sano y normal habría agradecido con mil reverencias al estilo japonés pero que para el hombre de la jaula eran un insulto. Por suerte, una vieja de más de 100 años vestida con kimono, vieja que trabajaba muy cerca de la jaula enseñando a los numerosos turistas interesados la tradicional ceremonia del té, se había encariñado de la bestia y lo había adoptado como si fuese el nieto que nunca había tenido. Y por eso le llevaba todas las mañanas y todas las noches a la jaula su comida preferida (del Profeta). Hamburguesas del Makudo y del Lotteria (para el Profeta el verdadero manjar del país del sol naciente). Pero la bestia, en lugar de agradecer a la pobre vieja sus grandes cuidados, la recibía cada mañana y cada noche con horribles insultos. La vieja sentía una gran tristeza por causa de estos insultos salidos de la boca de su propio nieto, o al menos de quien ella trataba como si hubiera sido siempre su nieto.

-Vieja de mierda, tú no eres vieja de verdad. Un día, cuando tenías 30 años te hiciste vieja de repente, te levantaste una mañana totalmente vieja, llena de arrugas y con forma de ele. Y dijiste: "Qué mierda, me he vuelto vieja de repente". Y seguiste viviendo igual, como si nada, vieja de mierda.

Y la vieja, que ante sus clientes se mostraba siempre gélida como una roca, y que nunca había mancillado, ni siquiera con un pequeño gesto inconsciente o un movimiento instintivo o un fugaz parpadeo, la severa etiqueta y la exquistita cortesía requeridas para la ceremonia del té; después de haberle llevado a "su nieto" su comida preferiday haber una respuesta tan hostil a cambio, lloraba y lloraba cada noche al volver a casa. Otras veces, el Profeta le decía:

-Tú no eres vieja de verdad. Tú naciste vieja o te fabricaron en una fabrica de galletas directamente vieja para que pareciera que llevas enseñando siglos la mierda del té ese con que engañas a los turistas. !Vieja-robot de mierda, puta!

Una noche, se acercó de repente a la jaula un misterioso agente secreto que trabajaba al servicio de una potencia extranjera hostil. Entre los barrotes de la jaula consiguió introcucir un sobre en el que había dos llaves y un billete de avión, así como un trozo de papel con una dirección escrita en chino y transcrita a los carácteres del alfabeto romano justo debajo.

-Sal de la celda con esta llave y viaja a la ciudad china de Fen-Huon. Allí encontrarás la prueba de que tus teorías con respecto a Japón no andan tan equivocadas como la gente cree...

En ese momento, una colegiala que pasaba cerca de la celda, probablemente al servicio de una potencia enfrentada a la potencia para la que trabajaba el agente anterior, sacó un revolver del bolso y acribilló a disparos al agente secreto extranjero. A continuación la joven dirigió su mirada y su revólver al Profeta, a quien disparó tres balas a quemarropa. Se hizo la oscuridad  para el Profeta Azul,  y su cuerpo se desmoronó en el fondo de su sucia celda, hasta quedar tendido, inerte, sobre un charco de su propia sangre.

¿Sería el fin de las aventuras del Profeta en Japón? No, por suerte, por milagro o porque el Destino o Zeus así lo habían decidido, las tres balas habían impactado en zonas secundarias de su cuerpo, sin afectar a ninguna de sus partes vitales. Por eso, si el Profeta había caído había sido más como producto del shock de verse acribillado de esa manera que por las consecuenicias de los disparos. Pues aunque la primera bala había acertado a su pecho en la parte del corazón, el Profeta era un ser desalmado, vil y sin sentimientos, que robaba siempre las golosinas de los niños por pura maldad y que nunca donaba sangre ni colaboraba en las rifas benéficas a favor del exterminio del pueblo palestino. Así que, como no tenía corazón, la bala sólo le había provocado unas heridas en el pecho de no demasiada gravedad.

La segunda bala le había impactado en la garganta, en donde desde pequeño el Profeta tenía instalada una especie de tubería de un material duro e insensible. De manera que cuando la bala alcanzó esta parte del cuerpo, se oyó una especie de sonido metálico, profundo y estridente como el de una campana. Pero no hubo ningún daño importante en el cuerpo del Profeta. La tercera le dio en la cabeza y salió inmediatamente rebotada, a una velocidad aún mayor, en dirección contraria, causándole sólo unos leves rasguños.

Unas horas después, el Profeta se despertó en su jaula, casi de madrugada, sorprendido por el hecho de estar todavía con vida. A su lado estaba la solo estaba la pobre anciana de la ceremonia del té, que le llevaba como siempre unas hamburguesitas y unas patatitas bien calentitas para que se recuperara del golpe. Pero el Profeta todavía conservaba las dos llaves y el billete de avión. Y una de las llaves era la llave de la celda. !Por fin era libre! El día siguiente partiría hacia su amada china para descubrir un secreto que cambiaría la historia.

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Al día siguiente, por la noche, el Profeta llegó a la dirección en China que el agente secreto le había indicado. Se trataba de una complejo industrial semisecreto que se hallaba en lo más profundo de una de las regiones industriales situadas a lo largo de de la cuenca del Yant-tse. Aunque a esas horas estaba seguro de que la fábrica se encontraría cerrada, no dudó ni un instante que la segunda de las llaves que le había entregado el sacrificado  agente le procuraría la entrada al edificio.

Así que se apresuró hacia una de las entradas del recinto. Y en cuanto las puertas se abrieron y accedió alinterior del sitio, lo que vio le dejó anonadado. Incluso para alguien de la imaginación delirante, casi sin límites, del Profeta, una imaginación desbordada que hacía desfilar mezclados en su consciencia extraterrestres junto a  mendigos del parque,  ancianas con enfermedades terminales con pastores del Tíbet, especuladores vestidos con traje y corbata junto a robots, mutantes y bestias de todo tipo; incluso para alguien con una mente tan enferma, lo que vio en aquel momento era superior a cualquiera de sus fantasías, algo que ni en sus sueños más extraños en las noches en que practicaba sueling extremo y en su cerebro se acumulaban los efectos de la cerveza de Mercadona de la peor calidad y de las pizzetillas hechas con ingredientes de dudosa procedencia; ni en esos sus sueños extravagantes hubiera llegado a imaginar una locura semejante.

Era una fábrica de viejas. Viejas producidas en una cadena de montaje siguiendo un procedimiento automatizado a razón capaz de dar forma a centenares de viejas por segundo. Aunque el patrón general era el mismo para todas las viejas, la combinación  aleatoria de unas 10 o quince variaciones estándar creaba cada vez una vieja particular. "Vieja de ochenta años especializada en la ceremonia del té cuya tradición había aprendido de sus antepasados". "Vieja sucia en forma de ele que regenta una tienda de dulces típicos heredada de sus abuelos en un shoutengai". "Anciana venerable cajera de un ultramarinos mugriento de la esquina" "Vieja experta en artesanía tradicional japonesa". Las creaban en serie y justo antes de nacer les grababan en el cerebro sus recuerdos de octogenarias. Qué timo. Qué cabrones. Luego las suministraban a comercios de reputada calidad para que sustituyeran a las viejas que iban muriendo y que no se notara. Vaya manera de engañar a los turistas, que se creerían que estaban siendo atendidos por una señora venerable que había pasado toda su vida en Kioto, aprendiendo las artes tradicionales o gestionando un negocio centenario.

Pero eso no era todo. Junto a la fábrica de viejas estaba la cadena de producción de templos antiguos. Construían infinidad de templos de plástico nuevos cada día, listos para ser transladados a su emplazamiento definitivo haciéndolos pasar por edificios antiguos con gran valor histórico. El Profeta los vio con sus propios ojos sin poder dar crédito a lo que tenía ante sí. "Singular santuario tradicional de montaña cuyas paredes y techos de madera han sido desgastados por la historia y la metereología"."Pagoda milenaria de madera de cedro, raro especímen, único en toda Asia, construido en el periodo Heian, como lugar de recreo del emperador". Cientos de edificios recién construídos en plástico sintético delante de sus narices y todavía con un fuerte olor a pintura. Y encima deslocalizado a China, para que lo fabricaran obreros que no cobrarían ni 300 euros al mes. Qué hijos de puta.

Había estado siempre en lo cierto. Japón era una nación sin tradiciones y sin edificios históricos que se dedicaba a vender a todos los idiotas del planeta la imagen de un país de cultura milenaria. Millones de turistas engañados cada año por los sinvergüenzas que estaban a cargo y que, por cierto, habían intentado matarle. Pues ahora iban a conocer su venganza. Volvería a Japón para contarle la verdad al mundo. Hundiría al gobierno mostrando pruebas irrefutables del engaño. El Profeta entró en el cuarto donde apartaban los restos las viejas defectuosas y se metió un par de cabezas de vieja robot o clon en su mochila, junto con un brazo de vieja y un par de pies. Iba a llevárselas a la vieja que siempre le compraba hamburguesas para demostrarle que tenía razón cuando le decía que ella no era vieja de verdad, que había nacido vieja y puesta .
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Mas cuando tras volver al Japón y llegar al lugar donde la vieja trabajaba, enseñando la tradicional y centenaria ceremonia del té, y le enseñó los restos de viejas clon que llevaba en su mochila, la vieja se quedó mirando a los ojos de uno de los trozos de vieja; a continuación su cuerpo comenzó a mutar, como el monstruo de Terminator, y se fue transformando con cibernética liquidez en una colegiala japonesa. !La misma joven que había disparado al Profeta unas noches atrás! La colegiala se llevó la mano al bolso y sacó un revólver; es obvio que su objetivo era acabar definitivamente con el Profeta Azul.

Pero nuestro protagonista había anticipado la jugada, y tras gritarle: "!vieja puta asquerosa!" le había arreado un puntapié haciendo que el bolso y el arma se le cayeran al suelo. Ese momento fue aprovechado por el Profeta para escapar de allí corriendo. Como en ese momento pasaban varios grupos de turistas por la zona, el Profeta se camufló entre ellos y pudo abandonar Kioto sano y salvo.
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¿A dónde iría ahora? El Profeta Azul sólo tenía un amigo, o al menos no demasiado enemigo, en Japón. Un pordiosero llamado Elvar Ata, experto en política internacional, que escribía un blog de cierta calidad y que también había hecho música, cine y poesía, así como actividades revolucionarias de variada índole. Lo cierto es que el odio del Profeta hacia Japón había comenzado años atrás, cuando había viajado a ese país por primera vez para visitar Elvar, que vivía en Osaka. Antes del viaje se había formado grandes expectativas, su corazón estaba lleno de ilusión por conocer las maravillas del país del sol naciente, maravillas que su amigo le había contado tantas veces antes del susodicho viaje. Pero al final ehabía resultado un fiasco. Los templos eran una vergüenza, hechos de plástico, más pequeños que los de China y sin nada dentro. Las excursiones habían sido un desastre. Había más puestos de suvenirs que en Benidorm. Los japoneses eran extraordinariamente fríos y robóticos.

Había jurado no volver a ese país tan detestable y se dedicaba de forma monotemática a escribir en contra de Japón en su blog, y a hablar mal de Japón a todo el mundo. Tanto es así que su antigua gran amistad con Elvar se había resentido por causa de las discusiones que mantenían, con posiciones enfrentadas, al respecto. Pero ahora tenía pruebas para demostrarle al mundo que su opinión era cierta. Había tomado cientos de fotos en la fábrica de robots viejas. Y además, llevaba las cabezas en su mochila. Le contaría la verdad a su amigo, y éste tendría que aceptar que el país del sol naciente era un absoluto timo. Y como Elvar sabía japonés, quizás le ayudara a divulgar sus descubrimientos, para que los japoneses supieran todo lo que había descubierno.

Elvar, que antaño había sido un pordiosero de los más deleznables, un tipo que se alimentaba exclusivamente de lo que se dejaban los otros pordioseros y que recogía del suelo y se fumaba las colillas ya fumadas por otros pordioseros, había prosperado en Japón hasta convertirse en una de las personas más acaudaladas del país, especulador bursátil que poseía varios yates, participaciones en las más grandes compañías de Japón,  inversiones en todo el mundo e importantes contactos en el gobierno.  Nada más escuchar la historia del Profeta, reconoció su error, le comentó que estaba parcialmente al tanto y que en adelante le ayudaría a disfundir la realidad del país del sol naciente.

Elvar le contó al Profeta que probablente había sido raptado y llevado a Japón por el gobierno nipón para silcenciarle, y también como venganza por toda la propaganda antijaponesa que había vertido desde su primer y decepcionante viaje a aquel país.  En cuanto al agente que le había ayudado, facilitándole la salida de la jaula e indicándole la dirección de la fábrica de robots, se trataba sin duda de un hombre de la CIA. Pues el nuevo gobierno estaba últimamente dando pasos para liberarse de su condición de lacayo estadounidense en Asia. Habían revelado el acuerdo secreto de la anterior administración japonesa y Estados Unidos para introducir secretamente armas nucleares en suelo japonés. Estaban estableciendo lazos comerciales con China. Estaban considerando transladar una pequeña parte de las bases americanas fuera de Okinawa. El Imperio no toleraba ese tipo de insumisiones, que aunque eran insignificantes desde el punto estratégico, podían dar ejemplo a otras naciones colonizadas de Asia. En cuanto a los robots y los templos, Elvar confesó que no sabía nada, pero que creía las afirmaciones del Profeta, pues las pruebas fotográficas eran irrefutables.

Cuando salió de esa reunión en casa de su amigo, el Profeta sabía que se enfrentaba a un dificilísimo dilema. Tenía la costumbre de decir siempre la verdad, y nada más que la verdad, doliera a quien doliera, excepto en el trabajo, y por eso estaba decidido a hacer saber al mundo todo lo que había descubierto desde que había salido de la jaula. Pero si hacía eso, sabía que haría caer a la nueva administración japonesa, que si bien no era ni de lejos progresista, sí que estaba proponiendo reformas que a medio plazo harían disminuir la influencia americana en Asia, ayudarían a mejorar las relaciones sino-japonesas y propiciarian el clima adecuado para una solución dialogada al problema de Corea. Con la caída del gobierno reformista, volvería al poder la derecha rancia proamericana, imperialista y colonialista y hostil a China y a Corea del Norte. La influencia yanqui aumentaría, así como la posibilidad de una guerra, puede que nuclear, entre China y América en Taiwán o todos contra Corea del Norte.

A la mierda los yanquis. Se callaría. No iba a hacer nada que ayudara a los imperialistas y pusiera en peligro la paz mundial. Que se hundieran en su propia miseria. Y además, al fin y al cabo lo de los robots y los templos venía de administraciones anteriores, no era un invento del gobierno.

Es así como el Profeta Azul decidió olvidar a Japón y dejar que el pueblo y el gobierno de ese país construyeran su futuro por sí mismos, sin injerencias externas. No volvería a publicar nada más en su vida que perjudicara a ese país ni a su gobierno actual. Y puede que algún día, si con el tiempo conseguía olvidar los malos recuerdos de su estancia en el país naciente, hasta escribiera algo en su blog recomendando las excelencias gastronómicas y culturales de Japón, para así ayudar a la administración actual y ayudar a que los americanos se hundieran un poquito.

Elvar era ese día una de las personas más felices del mundo. Sabía que ante una decisión así, el Profeta eligiría sin ninguna duda la opción antiyanqui. Le había costado gran parte de su fortuna organizar todo ese inmenso montaje, contratar un actor que se hiciera pasar por un agente americano, disparara balas de fogueo en las partes no sensibles del Profeta, instalar esas enormes fábricas de robots, llevarse al Profeta al Japón en una jaula, conseguir mediante los más avanzados efectos especiales que la vieja se convirtiera en una colegiala, etc. Pero ahora, por fin, el Profeta dejaría de insultar a su amado país de acogida con sus infantiles argumentos, y se dedicaría a aquello para lo que de verdad tenía talento: hablar sobre las viejas y los pordioseros de su barrio y dejar de hablar de cosas sobre las que no tenía ni idea.

"Son los trescientos mil seicientos cuarentaycincomil novecientos trillones de yenes mejor invertidos de mi vida" se decía satisfecho mientras disfrutaba de su desayuno tradicional japonés, compuesto como cada mañana de sake de pésima calidad comprado en el conbini de todo a cien yenes y de sashimi a punto de caducar, adquirido a precio de saldo, la noche anterior, en el supermercado panchiko de la esquina.

Otros cuentos japoneses del Chino Muerto:

-El cuento de los kanjis.
-El cuento de los 12.000 yenes.
-La experiencia japonesa de James Douglas Paterson.
-Hatsumode.

4 comentarios:

El profeta Azul dijo...

Lo de la jaula en kyoto es una de mis peores pesadillas, buena historia, muy buena en realidad, pero no recuerdo la primera parte.
ya casi me habia olvidado de japon pero su historia me inspiro otra historia real
http://humorazulado.blogspot.com/2010/03/las-fallas-de-kansai-2010.html

unión dijo...

Genial frase "el Profeta era un ser desalmado, vil y sin sentimientos, que robaba siempre las golosinas de los niños por pura maldad"

El profeta Azul dijo...

El profeta tambien solia dar dolorosos nalgasos a las chicas y salir corriendo para enamorarlas

Elvar dijo...

La primera parte son sus aventuras reales en Kansai.