miércoles, 19 de septiembre de 2007

LAS AEROLÍNEAS DEL FUTURO

Subes el coche al avión por una rampa, y continúas ascendiendo por una estrecha avenida en curva, flanqueada por edificios que se amontonan caóticamente. Dejas el coche cerca de la playa, la cual tiene un pequeño parque de arena en medio del asfalto. En ese parque está la gente tomando el sol sobre sus toallas; cuando entra una ola en la calle, el parque se inunda, y todos los enseres de la concurrencia se mojan entre las maldiciones de ésta. A tu izquierda queda un enorme edificio que si no fuera tan vertical te recordaría al Banco de España. A tu derecha hay una estación de tren bajo un palacio. Todo tiene un aspecto algo descuidado, semejante al de las repúblicas bananeras. ¿Cómo demonios se las habrán ingeniado para meter todo eso en un avión?

Entras en el palacio. Está lleno de escalinatas de mármol con adornos dorados; no se ve a nadie. Bajas a la estación y te encuentras que no son los trenes los que se desplazan, sino las vías, como una cinta transportadora. Así que te subes a una de esas vías para que te lleve a la playa. Entonces, si las vías pueden transportar a los trenes y a las personas ¿Qué sentido tienen los trenes? Hay uno avanzando detrás de ti, siempre a la misma distancia, pero las personas están igual que tú, sobre la vía y no en los ferrocarriles. Aprovechas los pequeños promontorios y las dunas para dar enormes saltos y volver a caer en la vía. Los demás ni se inmutan. Te agrada la vegetación mediterránea aunque sólo se asoma tras algunas dunas.

Un efecto más. Ese lo descubres por la noche, cuando la gente sale a bañarse a la zona del puerto. En la zona del puerto todo parece sucio; grises edificios, agua oscura, pintadas, cristales rotos, calles destartaladas. Pero cuando lo miras desde la pagoda que hay en medio de un rectángulo de madera, en mitad del mar, te das cuenta de que todo está limpio en realidad, y de que no es más que la suciedad y la contaminación no son sino un efecto estético premeditado.