lunes, 8 de febrero de 2010

UN ESTADO FALLIDO

La corrupción de la clase política está tan generalizada que se extiende hasta abarcar, casi sin excepción, a todas las administraciones públicas y a todos los partidos con representación parlamentaria. El gobierno ha sido completamente subvertido por una clase dominante formada por especuladores, políticos sin escrúpulos, caciques locales o regionales, empresas multinacionales, gupos mediáticos, conglomerados económicos semimafiosos, potencias extranjeras y banqueros, todos los cuales dominan a su antojo la vida política nacional y los medios y dirigen el rumbo económico del país en función de sus propios intereses económicos. Los propios causantes de la crisis económica que tiene paralizado al país piden a través de sus todopoderosos medios de comunicación más ajustes sociales, más flexibilidad laboral, menores impuestos, privatizaciones y retraso de la edad de jubilación, para seguir aumentando sus beneficios económicos y que las consecuencias del desaguisado recaigan sobre los hombros de los trabajadores y de la gente humilde. La prensa y la televisión, igual que en las peores dictaduras, son totalmente complacientes y dóciles con el sistema, con los intereses del capital y, en resumen, con los poderosos. El paro alcanza cifras dignas de las naciones más subdesarrolladas del tercer mundo, llegando casi al 50 por ciento entre la juventud, una juventud ya totalmente alienada, complaciente y desmovilizada después de varias décadas de propaganda neoliberal, consumista y procapitalista. Solo queda la esperanza de que el país sea invadido por una potencia extranjera que ayude a formar un gobierno de transición lo suficientemente fuerte como para desmantelar la corrupción, juzgar a los culpables e instalar un nuevo sistema político al servicio de los ciudadanos y no de las élites, un nuevo sistema que pueda solucionar los graves déficits que sufre el país. No estamos hablando de Irán, ni de Cuba, ni de Siria, ni de Corea del Norte, ni de Venezuela.