domingo, 30 de marzo de 2008

EL OMBLIGO DE HÍSPALIS


El jazmín va cayendo sobre los tejados
por los que llueve sobre el sexo de un chimpancé hembra,
y nieva azahar y pescaditos fritos
en una cazuela para hervir hadas y duendes.

Pues es una ciruela demasiado madura
y también un poema que alguien perdió en el lodo,
cuando Ulises se desvirgó al tropezar con un muro
y los teucros cabalgaron sobre ponis voladores.

Para que un sol que se compone de incienso y trigo
dejara de sonreír contra los merenderos de Maria Luisa,
se ensañaron con un otrora humilde espantapájaros,
bajo los quejidos de la luna verde de Triana.

Y coronaron reina de la ciudad a Fujiko Kano,
cuyo cuerpo esculpiera el propio Praxíteles,
bajando del mismo Olimpo hasta la ciudad de los acróbatas
porque quería hacer rabiar a la torre del Oro.

Los que la habían visto cuando era niña
al verla mujer decidieron suicidarse,
por eso llora todavía Híspalis,
y la luna se viene como pétalos de amapola.