Por su gran hostilidad y también por su representatividad como metáfora del estilo de vida londinense y de las grandes diferencias entre el modo de vida de la élite y el del resto de la gente -en definitiva, como metáfora de nuestro mundo-, el Chino Muerto ha decidido incluir esta línea de autobuses en su lista de Patrimonios Mundiales de la Inhumanidad.
viernes, 8 de agosto de 2008
PATRIMONIO DE LA INHUMANIDAD: LÍNEA 25 DE LOS AUTOBUSES URBANOS DE LONDRES
Por su gran hostilidad y también por su representatividad como metáfora del estilo de vida londinense y de las grandes diferencias entre el modo de vida de la élite y el del resto de la gente -en definitiva, como metáfora de nuestro mundo-, el Chino Muerto ha decidido incluir esta línea de autobuses en su lista de Patrimonios Mundiales de la Inhumanidad.
martes, 3 de junio de 2008
SANDWICHES BRITÁNICOS
Aparte de su disponibilidad, pues encontramos decenas de modelos de sandwiches en cada pizzería, cafetería o supermercado, e incluso en restaurantes caros, tres son a mi juicio las características más significativas del sandwich británico. El primero es la osada mezcla de salsas, en apariencia incompatibles entre ellas, pero que le confieren gran parte de su exhuberancia y jugosidad a todos los sandwiches. Para probar este hecho, podemos realizar en casa un fácil experimento. Primero confeccionamos un sencillo emparedado de jamón y queso de lonchas y nos lo comemos tal cual. Se trata de un sandwich insulso, que a nadie se le ocurriría preparar excepto a una madre que tiene que preparar el almuerzo de su hijo para que se lo lleve al colegio pero que ese día no tiene tiempo o ingredientes para hacerle algo más elaborado.
Pero si confeccionamos ese sandwich untando con mantequilla una de las rebanadas de pan y ponemos abundante mayonesa en la otra -dos elementos cuya unión tiende a ser considerada una atrocidad en España-, y doblamos la cantidad de jamón york y queso, y quizás utilizamos un queso ligeramente más intenso que los típicos que se suelen poner en el sandwich, conseguimos un emparedado cremoso y de potente sabor. Es con estratagemas de esta índole como se consiguen sandwiches que a simple vista resultan insulsos e inapetentes como el "Cheese and Onion" o el "Cheddar and Tomato", pero que en la práctica se convierten en un auténtico recital de sabores en nuestra boca, de hecho los dos modelos que acabo de mencionar se encuentran entre mis preferidos, por su sencillez pero a la vez gran riqueza de sabores y equilibrio ético y estético.
Eso nos lleva a la segunda característica del sandwich británico: la exuberancia. Las combinaciones de salsas e ingredientes hacen gala de una creatividad y un barroquismo que resultarían inauditos en España, no sólo en el relleno del sandwich, sino también en las múltiples clases de pan o en el hecho de que, mientras el modelo estándar son dos rebanadas de pan cortadas en diagonal para que el contenido quede a la vista en el mostrador, existen también sandwiches triples (es decir, tres mitades de sandwich, o lo que es igual: un sandwich y medio) que incluyen o bien tres rellenos diferentes en cada mitad o el mismo en los tres, y también hay variedades como el "Deeply Filled" que se compone de los mismos ingredientes de un determinado sandwich pero con mucha más cantidad, de manera que parece estar a punto de reventar y es ideal para cerdos. Quizás este barroquismo y creatividad en se deba a la ausencia de cualquier tradición de gastronomía elaborada de cierta calidad en Inglaterra, y también al hecho de que en la jornada laboral de ese país la pausa para comer raras veces sobrepase los 45 minutos.
lunes, 2 de junio de 2008
PATRIMONIO DE LA INHUMANIDAD: CIUDADES DE GLOUCESTER Y SWINDON EN EL REINO UNIDO
domingo, 18 de mayo de 2008
SANDWICHES BRITÁNICOS
Eso nos lleva a la segunda característica del sandwich británico: la exhuberancia. Las combinaciones de salsas e ingredientes hacen gala de una creatividad y un barroquismo que resultarían inauditos en España, no sólo en el relleno del sandwich, sino también en las múltiples clases de pan o en el hecho de que, mientras el modelo estándar son dos rebanadas de pan cortadas en diagonal para que el contenido quede a la vista en el mostrador, existen también sandwiches triples (es decir, tres mitades de sandwich, o lo que es igual: un sandwich y medio) que incluyen o bien tres rellenos diferentes en cada mitad o el mismo en los tres, y también hay variedades como el "Deeply Filled" que se compone de los mismos ingredientes de un determinado sandwich pero con mucha más cantidad, de manera que parece estar a punto de reventar y es ideal para cerdos. Quizás este barroquismo y creatividad en se deba a la ausencia de cualquier tradición de gastronomía elaborada de cierta calidad en Inglaterra, y también al hecho de que en la jornada laboral de ese país la pausa para comer raras veces sobrepase los 45 minutos.
Pero la más importante característica del sandwich británico es la ausencia de cualquier reparo o escrúpulo moral a la hora de determinar qué ingredientes son susceptibles de ser incluídos en un sandwich. De hecho, cualquier plato que exista en Inglaterra tiene su versión emparedada. Es así como existen en cualquier tienda sandwiches como el de pollo al curry, el de pato pekinés, el de Roast Beef (vaca al horno), el de desayuno británico (con salchichas, huevo y bacon) y lo más espectacular, !el sandwich de pavo navideño! cocinado al horno con los mismos ingredientes con los que se prepara el pavo típico de Navidad. Si en España se siguiera la misma política de sandwiches, existirían sandwiches de gazpacho manchego, de pollo al ajillo, de chuletitas de cordero, de cocido madrileño, de pulpo a la gallega, sandwich de menú del día, sandwich de cochinillo...
lunes, 18 de febrero de 2008
ARQUITECTURA BRITÁNICA HOSTIL

Casas residenciales bajas, de ladrillo, todas iguales, y de vez en cuando una zona con 4 ó 5 edificios altos que hacen de centro del barrio y donde se concentran dos o tres tiendas. Los edificios son sucios y viejos por fuera y por dentro, pues en Inglaterra apenas hay comunidades de vecinos ni nada parecido que mantenga cierto orden. Así que si no es un edificio de ricos que se puedan gastar en cámaras de vigilancia y en contratar a un portero, las zonas comunes (pasillos, escaleras, rellanos, ascensores, etc.) son accesibles a los jóvenes gamberros y por ello están siempre llenas de grafitis, restos de botellas de vidrio roto, colillas, basura en general, meadas. Edificios del estilo de éste, que está en Elefant and Castle.

No se trata de ejemplos aislados. El centro de la mayoría de las ciudades inglesas es así:
El siguiente es un ejemplo de arquitectura británica típica que podría estar situado en cualquier ciudad de esa isla abyecta, ya que, con media docena de honrosas excepciones, todas las ciudades inglesas son prácticamente iguales:
Si tenemos en cuenta que en el peor país del mundo la mayoría de los edificios tienen como máximo de 2 o 3 plantas, nos podemos imaginar el horror que estas moles hostiles significan y la tortura visual que representan.
Lo que viene a continuación no es un aeropuerto soviético abandonado, sino un centro comercial de una ciudad británica, donde se supone que las familias con niños van a pasar el día para hacer compras e ir al cine:
El siguiente edificio está en Sheffield, pero en Londres he visto 200 peores:
"En las mañanas brumosas parece surgir entre la niebla como una especie de nave espacial extraterrestre, llenando de terror a todo el que fija su mirada en él":
sábado, 16 de febrero de 2008
SUBTOPIA: EL URBANISMO ANTISOCIAL
Aparte del hecho de absurdo que el 90% de las viviendas tengan que estar rodeadas casi por ley por su parcela personal de jardín, en un país de clima tan hostil como Inglaterra, ese tipo de urbanismo anti social siempre me ha intrigado por la forma en que desnaturaliza a la gente y la encierra en una realidad artificial paralela, que no es campo ni tampoco ciudad, sólamente urbanismo antisocial y deshumanizado. Ray Davies, de los Kinks, escribió punzantes letras mofándose del modo de vida de los habitantes de estos barrios y de su relación con los mismos; Keiller exploró concienzudamente estos suburbios en sus películas, y dio una explicación política de su existencia en la fenomenal "London"
Ese tipo de barrios se supone que ofrece a los habitantes de Estados Unidos y del peor país del mundo la posibilidad de disfrutar a la vez de las ventajas de vivir en el campo sin alejarse de la ciudad; el resultado final es exactamente el contrario: el centro está mucho más lejos porque el espacio no se aprovecha bien y la ciudad es demasiado grande en comparación con su población; a su vez, el campo se aleja cada vez más al tiempo que la naturaleza es arrasada sin piedad en grandes extensiones para alojar en su lugar estos monótonos suburbios infinitos. Subtopia equivale a suburbio, a barrio bajo, y por otra parte a degeneración de las utopías.
En el peor país del mundo el transporte colectivo practicamente se extinguió hace décadas, en parte porque el asbsurdo urbanismo británico lo hizo inviable, en parte gracias a los esfuerzos malintencionados de las élites. Los tranvías fueron desapareciendo en los años 60, los ferrocarriles privatizados en los 00. La privatización de los trenes, en España prevista para 2011 (según un proyecto del PP que los sociatas no se han molestado en derogar), trajo consigo un gran aumento del precio de los billetes, que se triplicaron a la par que también creció el número de los accidentes.
De hecho el metro es un fenómeno atípico en el Reino Unido incluso en ciudades de más de medio millón de habitantes. Sólo Londres tiene un metro decente, pero a costa de ser obscenamente caro, entre otras cosas debido a la dispersión de su población: un billete de metro en el centro de una capital europea, incluso en las caras, como Barcelona o París, vale siempre 1€ con algo, mientras que en Londres son 3 libras esterlinas, es decir, 5€, un poco menos que un bono de 10 viajes en un país normal.
Por supuesto, nadie esperaría que los británicos vivieran en ciudades como las andaluzas, con blancos edificios apiñados unos contra otros, formando laberínticas callejuelas que conducen pequeñas plazas con fuentes y bancos, en donde la gente se sienta a tomar el sol y a tocar flamenco, a leer el periódico y a insultar a ZP. Tampoco hace falta un Manhattan, pero no les vendría mal parecerse aunque fuera un poco a los escandinavos, con sus ciudades habitables, hechas a la medida del hombre y no del coche: sus calles peatonales, sus ordenados bulevares, sus tranvías, sus jubilados pirulando en bicicleta mientras toman tranquilamente un helado y se cruzan de carril por enmedio de una gran avenida.


miércoles, 12 de diciembre de 2007
IT IS A JOURNEY TO THE END OF THE WORLD...
Tras la frase inicial, tomada de una novela de Jonathan Swift; con la imagen del Tower of London bridge en un día nublado y contaminado, asistimos a una de las más poéticas y a la vez crudas y certeras descripciones sobre la ciudad del Támesis que se hayan recitado jamás.
Dirty old Blighty. Undereducated, economically backward, bizarre. A catalog of modern miseries, with its fake traditions, its Irish war, its militarism and secrecy, its silly old judges, its hatred of intellectuals, its ill health and bad food, its sexual repression, its hypocrisy and racism, and its indolence. It's so exotic, so . . . homemade.
Año 92. El protagonista acaba de llegar del extranjero después de varios años sin pisar la ciudad. Robinson, profesor universitario homosexual que fue amante suyo durante su juventud, le ha llamado pidiéndole que retorne urgentemente, pues se encontra a punto de realizar un importante descubrimiento sobre la esencia de Londres. Poco se nos dice sobre el tal Robinson:
Robinson lives in the way people were said to live in the cities of the Soviet Union. His income is small but he saves most of it.
He isn't poor because he lacks money but because everything he wants is unobtainable.
A cada paso que dan, la ciudad se les antoja más hostil:
There is no town in the world which is more adapted for training one away from people and training one into solitude.
Esta película sirvió de inspiración a la novela "The Beerclock" de Elvar Ata, otra crítica feroz al modo de vida inglés y al capitalismo anglosajón.
Far in the distance the tugboat whistled; its shade all passed the bridge. . . . It was summoning all the barges on the river, every last one, and the whole city and the sky and the countryside, and ourselves, to carry us all away . . . and that would be the end of us.
Pese al tono general de la película, más bien grave y metafísico, la crítica política alcanza momentos de gran sentido del humor:
On June the 4th we passed through Leicester Square again and found it being officially reopened by the queen who was to switch on a new electricity substation which had been built beneath it. We heard that earlier someone in the crowd had shouted "Pay your taxes you scum" but there had been no other incidents.
Uno de los momentos más agudos es cuando los dos protagonistas asisten horrorizados a una enésima victoria de los conservativos en las elecciones generales del año 92. Pese a que las condiciones de vida de los británicos se deterioran año tras año, debido a las salvajes políticas capitalistas de los tories, el populacho inglés ha acabado votándoles una vez más. Ello nos remite al clásico fenómeno de los pobres de derechas, y cómo la clases populares europeas han ido sucumbiendo a la propaganda de los capitalistas hasta acabar votandoles una y otra vez por motivos abstractos de patriotismo o para salvaguardar a la nación de amenazas más o menos ficticias, aunque ello pusiera en peligro sus conquistas sociales y sus intereses de clase. Si bien es cierto en los países anglosajones tal fenómeno se produce de una manera más flagrante que en el resto de Europa, por ser en esos países donde el capitalismo ha llegado a extremos más despiadados.
Su periplo les lleva al carnaval de Nottin Hill del que sacan paradójicas conclusiones:
He asked me if I find it strange that the largest street festival in Europe should take place in London, the most unsociable and reactionary of cities. I said that I didn't find it strange at all, for only in the most unsociable of cities would there be a space for it. And in any case for many people London was not at all unsociable.
Y finalmente, se dedican a buscar el origen de Londres. Gran paradoja, la única ciudad europea en la que el distrito financiero, con las sedes principales de los grandes ancos y empresas de seguros, se encuentre ubicado en el mismo centro histórico y no en las afueras, ocurriendo que los mayores rascatas se encuentran en tortuosas y estrechas calles de traza medieval.
Después de un momento de caos en el que Robinson a punto está de perder el conocimiento y la vida, el protagonista de la película llega a una conclusión tan sorprendente como brillante. Si pensáis ver la peli, es mejor que no leáis esta frase:
For Londoners, London is obscured. Too thinly spread, too private for anyone to know. Its social life invisible, its government abolished, its institutions at the discretion of either monarchy or state or the City, where at the historic centre there nothing but a civic void, which fills and empties daily with armies of clerks and dealers, mostly citizens of other towns. The true identity of London, he said, is in its absence. As a city it no longer exists. In this alone it is truly modern. London was the first metropolis to disappear.
domingo, 22 de julio de 2007
EL METRO DE LONDRES
En 1897, un tal Richard Adams, parlamentario de la Cámara de los Lores -que por entonces estaba emplazada en Edimburgo-, sorprendió con una propuesta que consistía simplemente en dotar a la zona de un extenso sistema de ferrocarriles suburbanos. Según Adams, la mera existencia de una vasta red de metro, conectada mediante trenes convencionales en superficie con las principales ciudades inglesas, atraería espontáneamente un gran número de iniciativas de carácter privado, con la consiguiente afluencia de capitales y de mano de obra. Esta idea sonaba entonces tan estrafalaria como ahora, pero debido a la ausencia de cualquier otra fue aceptada por el Parlamento británico, y lo que es más sorprendente, tuvo un éxito inmediato. Diez años después de su fundación, vivían en la nueva ciudad de Londres más de dos millones de personas, el ochenta por ciento de los cuales habitaba en los barrios subterráneos que habían ido surgiendo alrededor y encima de las estaciones y de las paradas. Estos barrios subterráneos, algunos con una profundidad de varios centenares de metros, desbordaron el perímetro inicial de la zona, y ya en los años 70 ocupaban toda la superficie comprendida entre Enfield y Croydon, en dirección norte-sur, y entre Havering y Hillington, en dirección este-oeste. En cuanto a las construcciones situadas al aire libre, éstas se asentaban en los valles, quedando por edificar las grandes montañas que hay diseminadas por toda la ciudad.
El centro político y financiero de Londres lo forman tres distritos ubicados en la superficie: Westminster, Covent Garden y el Soho, en medio de los cuales se halla la famosa montaña que los londinenses conocen como Hyde Park, de la cual hablaremos más adelante. En toda esta zona predominan las amplias avenidas y los edificios de carácter administrativo y comercial, algunos de ellos tan conocidos como el palacio de Buckinham, el nuevo parlamento o la abadía de Westminster, que fueron construidos a mitad del siglo XX, recreando los estilos más representativos de la arquitectura británica antigua. El 24 de Junio, única jornada del año en la que se hace de día en la ciudad, se celebran en estas calles los populares desfiles monárquicos, a los que asisten casas reales de todo el mundo. Esta tradición tan arraigada entre los ciudadanos se suele completar con una excursión familiar a la montaña de Hyde Park, en cuyas laderas medias y altas habitan todavía algunas tribus de aborígenes. Excepto los senderistas más expertos y algún que otro antropólogo, los londinenses no acostumbran a llegar hasta sus poblados y se conforman con remontar las primeras laderas, lo cual resulta un alivio para los nativos, poco amigos de mezclarse con el "hombre civilizado".
Pero al margen de todas estas curiosidades, lo más destacable de Londres es sin duda la parte construida en el subsuelo. Esta auténtica megalópolis subterránea, en la que habitan más de diez millones de personas, contiene todos los contrastes de las grandes ciudades modernas, algunos de ellos acrecentados por la peculiar disposición geográfica. Por lo general los barrios son mejores en la medida en que se ubican en las zonas céntricas, a pocos metros de la superficie y cerca de las paradas de metro. En sus lujosas galerías florecen los comercios más distinguidos, así como los almacenes más selectos. Hay en ellos enormes jardines, bulevares, zonas residenciales de alto standing. Están bien comunicadas por líneas de metro y por calles y avenidas subterráneas. Pero a medida que se desciende el subsuelo, las galerías se van haciendo más tortuosas, las comunicaciones más precarias y el urbanismo caótico y asfixiante. Algunos de los barrios profundos son auténticos arrabales sin ley, donde las fuerzas del orden apenas se atreven a entrar, y donde los ciudadanos -algunos de los cuales nunca han salido a la superficie-, viven en condiciones precarias, hacinados en habitáculos excavados a decenas de kilómetros de profundidad, los famosos "hellcrapers".
La parte más hermosa del subsuelo londinense se halla junto al considerado como centro histórico de la ciudad subterránea. Se trata de una larga galería cuyo piso está cubierto de una moqueta, que atraviesa consecutivamente y por el centro una concatenación de unos cuarenta millares de salas cine, dejando a su izquierda la pantalla y las localidades más cercanas a ella, y a su derecha las butacas más elevadas, que están rodeadas, en todas las salas, por un corto y estrecho pasillo con paredes de papel. Estos pasillos están flanqueados por dos hileras de eucaliptos, y detrás de uno de ellos hay un frondoso bosque. La película que se proyecta en las cuarenta mil salas muestra una nube de humo rosa en continuo fluir, una nube de humo luminoso en movimiento eterno, igual y diferente a sí misma, en medio del universo, una nube mágica de color rosa que sumerge en el éxtasis a los espectadores del film, levantándolos hacia el espacio vasto de una nebulosa, oscura y densamente encendida, que no es de este mundo pero está en todos los universos.
miércoles, 20 de junio de 2007
TODO SOBRE EL BEERCLOCK.
El beerclock es uno de los mayores atractivos turísticos de Inglaterra, y es también el único reloj del mundo que funciona con cerveza y da la hora en litros de cerveza. Se trata de una persona que mediante una tradición ancestral, que se transmite de padres a hijos y que data de la época anterior a las invasiones romanas, ha aprendido a beber cerveza a una velocidad constante durante las 24 horas al día. (En realidad, cada beerclock se compone de dos o tres miembros que hacen turnos, normalmente de 8 o 12 horas, para cubrir el día entero). El beerclock suele estar conectado mediante un artefacto mecánico al reloj de la torre al pie de la cual está sentado (por ejemplo, la del Big Ben), de manera que el reloj va a marcando las horas a la velocidad a la que el beerclock va bebiendo.
El beerclock se bebe 24 litros de cerveza al día, exactamente un litro cada hora. Por eso el día en Inglaterra se divide en 24 litros de cerveza; el litro a su vez en dos latas de tenis (equivalentes a nuestra media hora); la lata de tenis está compuesta de cuatro vasos, cada vaso en varios chupitos, y así sucesivamente. Por eso, en vez de decir que son las seis y cuarto, los ingleses, que dan la hora en litros de cerveza, dicen que son seis litros de cerveza y un vaso. Las 10 y media, por ejemplo, serían 10 litros y una lata de tenis. Existen medidas mucho más pequeñas, como el tercio, el quinto o el trago. El trago, por ejemplo, es el tiempo en que tarda el beerclock en darle un trago a su cerveza, tiempo que como hemos visto en el párrafo anterior, es siempre constante. Hay, finalmente, unidades más pequeñas, como la gota o el átomo de cerveza. Esta última, que sólo utilizan los científicos y las computadoras modernas, se define como el tiempo que el beerclock tarda en ingerir un átomo de cerveza.
El método para convertirse en un beerclock es bastante duro, y también la vida de estos relojes. Los que trabajan como beerclocks tienen una esperanza de vida mucho menor que el resto de los ingleses, y la mayoría de sus mujeres enviudan relativamente jóvenes. A cambio, el beerclock cuenta con muy buenas prestaciones sociales y un salario más que aceptable. Pero la mayor gratificación del beerclock es el enorme prestigio que su trabajo reporta. Cuando uno llega a un pueblecito británico, se da cuenta de que los personajes más respestados y populares suelen ser el alcalde, el párroco y el beerclock local.
Existen beerclocks de gran tamaño y popularidad, por ejemplo el del Big Ben, el beerclock de la catedral de Glouscester, y también el beerclock de Oxford. Luego hay beerclocks de aldea o de barrio, cada uno de los cuales tiene también su encanto particular, como el precioso beerclock de la estación de metro de High Kensington, en Londres, que ya mencionara en su famoso poema el escritor del siglo XVIII Ralleigh Myles-Dylan. Pero lo que es común a todos los beerclocks es que todos dan la hora con una exactitud asombrosa, una exactitud que es superior a la de casi todos los relojes actuales y que ha sido puesta a prueba mediante las más modernas computadoras, para regocijo de los patrióticos medios británicos. De hecho, uno de los magazines de moda del Canal Four, organizó el año pasado una competición entre un modernísimo ordenador de la nasa y un beerclock liverpudiano de barrio, con resultado favorable a éste último.
Además de por su precisión, el beerclock destaca por su fiabilidad. A un reloj de pulsera se le agotan las pilas, se rompe, es sumergido en el agua por error. El beerclock, verdadero patriota inglés, sigue dando la hora con precisión, por muy enfermo que esté, hasta que el médico le obliga a ser sustituido cuando ya está en las últimas. Eso no quiere decir que los beerclocks no fallen nunca, pues de hecho existen algunos casos de beerclocks que se han adelantado o retrasado o que han dejado de funcionar. Pero la ocurrencia de estos errores es muy inferior a los que se producen con relojes de cualquier otra índole.
Un verdadero ejemplo del patriotismo y del sentido del honor de los beerclocks fue el que se produjo durante la segunda guerra mundial. Muchos ingleses todavía no han olvidado que, mientras la aviación alemana bombardeaba Londres, Bristol y otras ciudades inglesas, y la población civil se refugiaba en el metro y en los refugios antibombardeos, los beerclocks desoyeron las consignas de su gobierno y continuaron en su puesto de trabajo, bebiendo cerveza y dando la hora con la misma precisión y velocidad de siempre.
Después de ser aclamados como héroes en la posguerra, los años sesenta fueron un periodo difícil para los beerclocks, debido a las corrientes progresistas que surgieron por entonces y a la preocupación por los derechos humanos que fueron mostrando las nuevas generaciones. Con la nueva sociedad de consumo, los jóvenes se desentendieron de las tradiciones, de manera que trabajar como beerclock perdió prestigio. Además, la sociedad se fue sensibilizando ante la falta de derechos laborales y el dilema ético que supone mantener una tradición de índole, para muchos, tan bárbara. Así que el gobierno dictó estrictas leyes para regular sus jornadas laborales, y dejó de conceder en muchos sitios los permisos que garantizaban su mantenimiento, permisos que antes se renovaban de manera prácticamente automática.
En los noventa, la economía y la vida social británica experimentaron un nuevo florecer bajo el gobierno de Tony Blair. Los laboristas volvieron a promover el uso de beerclocks y los convirtieron en un símbolo de la recuperación de la autoestima y el orgullo británicos que se estaban produciendo bajo su gobierno. Hoy en día, pese a que los ingleses utilizan relojes de todo tipo como cualquier otra sociedad modernas, los beerclocks vuelven a estar de moda. Además de los tradicionales beerclocks, que suelen situarse en ayuntamientos, mansiones antiguas y catedrales, muchas instituciones públicas y privadas de la actualidad están abriendo beerclocks nuevos. Prácticamente no existe pub de moda en el centro de Londres que no tenga su propio beerclock, y algunas entidades financieras han construido para sus sedes algunos modernísimos.
En cuanto al resto del mundo, en la época de esplendor del imperio británico se construyeron beerclocks por todo el planeta, algunos de los cuales aún perviven. En Escocia, Gales e Irlanda de Norte el grado de implantación es similar al que existe en Inglaterra, con la única diferencia de que en Escocia no funcionan con cerveza, sino con güisqui (Scotchclocks). En otros lugares de la Commonwealth también sobreviven algunos en la actualidad, aunque sea sólo como tradición histórica, pues en todos esos lugares la población no mide el tiempo en litros de alcohol sino en horas y minutos como el resto del mundo. Hay que destacar que todos estos relojes, situados en lugares diferentes del globo, están totalmente sincronizados entre sí y dan exactamente la misma hora en todas partes, con la sola diferencia de las horas que separan una franja horaria con otra. Hay beerclocks famosos en ciudades tan dispares como Bombay, La Valetta y Shangai. El beerclock de Shangai, por ejemplom fue cerrado por las autoridades chinas tras la revolución, pero en los 90 fue vuelto a abrir como símbolo de progreso y apertura a occidente y a la economía de mercado. Cabe destacar también que en Japón se puso de moda, también en los años noventa, una modalidad autóctona del beerclock, que todavía pervive y que funciona a base de sake.
Además de los beerclocks que miden el tiempo, también existieron los beerclocks de distancia, que eran igual de fiables que aquellos. Desde épocas ancestrales, la distancia se midió en Inglaterra también en litros de cerveza. Los beerclocks de distancia eran algo más complejos que los otros, pues estaban entrenados para beber y a caminar siempre a una velocidad constante. Si había que medir la distancia, por ejemplo, entre Liverpool y Manchester, se mandaba a un beerclock a que recorriera andando el trayecto entre ambas ciudades. La cantidad de cerveza que se bebiera por el camino daba la medida del alejamiento que existía de una urbe a la otra. Actualmente, los beerclocks de distancia apenas se usan, pero sus mediciones también han sido corroboradas como ciertas, y los ingleses siguen utilizando litros, vasos y chupitos, en vez de metros o centímetros como nosotros.
Otras extrañas tradiciones inglesas británicas a destacar son la de cocinar un plato más del número de comensales que haya en la mesa y luego tirar ese plato a la basura sin probarlo como símbolo de opulencia, o la de comprar siempre un billete de ida y vuelta aunque se vaya a hacer sólo el trayecto de ida.