lunes, 23 de junio de 2008

NAVARRA

(artículo dedicado a Iz, en agradecimiento por el maravilloso viaje)

Después de un viaje de una semana, acabo de volver de Navarra, país singular y excelente. Antes que nada quiero aclarar que la utilización del término país en este artículo es totalmente intencionada, pues Navarra me ha parecido en muchos aspectos, más que una Comunidad Foral, una verdadera nación en toda regla, e incluso un planeta aparte. No voy a polemizar ahora sobre qué sitios de España tienen un hecho más diferencial que los demás, porque para empezar para mí las distintas comunidades no reflejan las verdaderas divisiones históricas y culturales del territorio. En mi opinión en España existen las siguientes naciones -o regiones, según le guste a cada cual-: la gallega, la cantábrica, la vasca, la afrancesada, la levantina o zaplanúrica, la castellana, la andaluza, la canaria y el distrito federal de Madrid. Aunque por supuesto, esta clasificación no tiene por qué tener mucho sentido. De hecho se me acaba de ocurrir mientras empezaba a escribir este párrafo.

Una de las características principales que me mueven a definir a Navarra como un país en sí mismo, más que cualquier otro trozo de España, es la relación entre sus ciudades más importantes, con una capital indiscutible, una segunda ciudad con mucha más importancia económica y demográfica que las demás, pero a gran distancia de la primera, y una tercera ciudad de escaso tamaño pero con un gran conjunto histórico y con un palacio real. Sin embargo, la principal seña de identidad de Navarra no es esa. Su principal seña es su forma romboidal casi perfecta, que sólo tiene parangón, pero de menor calidad y perfección, en la Región de Murcia, y luego las otras comunitats tienen formas totalmente absurdas e incómodas que dificultan la cohesión territorial, como ocurre la valenciana. ¿Hasta cuando, señor Camps?

En cuanto a política y sociedad, también se trata de una región más hostil que casi todas las demás, empezando también por la Comunidad gobernada por especuladores y marujas. Si bien tengo entendido que Navarra es pionera en tener un gobierno autonómico PP-PSOE, lo cual debe de ser una de las peores torturas que existen, -el equivalente político a irte de vacaciones a Cuba con tu suegra y tu cuñada-, es también una de las pocas que cuenta con presencia más que nula o testimonial de partidos políticos de izquierda. Y aunque si pasamos al terreno cultural de esta absurda comparación entre el planeta valenciano y el navarro, los bous al carrer me parecen más divertidos como deporte que los sanfermines, la actividad lúdica que me parece insuperable es sin duda la del rolling pirenaico, tradición que pese a haber llegado a nuestros días de manera bastante adulterada, sigue sin tener parangón en el mundo entero.

A diferencia de ciertas costumbres valencianas que son absurdas sin ningún motivo, como la de quemar falleras, o la de suprimir las aceras y obligar a los peatones a desplazarse saltando de balcón a balcón, la mayoría de las tradiciones vascas tienen un sentido antropológico y reflejan la adaptación de sus usos y costumbres al difícil entorno en el que se desarrolla su cultura. Por ejemplo, la tradición que acabo de mencionar, que consiste en lanzarse rodando a gran velocidad montaña abajo para llegar en una sola etapa desde los Pirineos hasta el levante peninsular, se nos antoja a simple vista de lo más estúpido, pero cobra absoluto sentido al considerar las difíciles condiciones de vida de los pueblos del Pirineo navarro. Sometidos a un clima hostil, a una orografía adversa y a una existencia espartana, los vascos de la antigüedad cumplían mediante esta costumbre la tradición de morir en el fértil y agradable Mediterráneo, región en el que su mitología ubicaba el Paraíso. Pues como eran pueblos pobres y atrasados que además apenas contaban con medios de transporte excepto el de la combinación entre la gravedad y la singular resistencia de sus habitantes, éstos, cuando sentían que su vida debía tocar a su fin, para ahorrar recursos a la sanidad pública y perecer en un lugar más placentero, se lanzaban rodando desde las montañas hasta llegar a alguno de los grandes ríos que atraviesan la península ibérica. Aunque la mayoría de las veces, llegados a este punto, ya estaban muertos, la inercia adquirida tras descender a tal velocidad por pendientes tan abruptas resultaba suficiente para seguir rodando por el valle (normalmente el del Ebro, pero a veces los más rápidos alcanzaban incluso el del Palancia desde donde continuaban hasta Sagunto), de manera que, después de ese largo viaje, sus restos mortales alcanzaban siempre la costa mediterránea, donde caían directamente al mar y por fin podían descansar en paz.

Si bien el deporte nacional después de los toros, la pelota, los pinchos y el sueling goza de gran aceptación hoy en día entre la juventud y entre los turistas extranjeros -que se trasladan en masa a Navarra atraídos por la promesa de bebida barata, pinchos de calidad y rolling extremo- la verdad es que ha llegado a los tiempos modernos bastante desvirtuado, pues en la actualidad no se practica como forma de suicidio sino como un mero deporte de aventura más, sujeto a grandes limitaciones, directivas europeas y medidas de seguridad variadas como la obligatoriedad de llevar casco u otras protecciones de lo más aparatoso, que recuerdan a las que emplean los jugadores de rugby. Y por si eso fuera poco, ya no se atraviesa media península como antes, sino que el descenso queda limitado una sola montaña de tamaño pequeño o mediano, o a una distancia mayor pero dividida en etapas pequeñas.

Incluso la alta cocina navarra, que destaca por su innovación y por su calidad, está inspirada en costumbres tribales. En mi reciente viaje he tenido el placer de contar con una guía local que gracias a sus contactos privilegiados nos consiguió reserva en el muy solicitado restaurante de Goldaratz, uno de los más populares de Navarra, donde hay lista de espera de un año para comer porque se sirven grandes dosis de comida de calidad a un precio ridículo. Lo que no sabía yo de ese restaurante es que carece de carta, pues el menú es fijo aunque suele variar un poco cada día, y que la comida -por cierto, de una calidad verdaderamente increíble-, no viene servida en platos, sino que que los camareros la lanzan directamente en grandes cantidades desde la cocina a la mesa, y además siempre la lanzan con una hostilidad realmente enojosa, apuntando con mailicia a la cabeza del comensal. De hecho, el uso de casco es obligatorio en este local, pues las chuletitas, aún siendo de lechal, alcanzan tal velocidad que podrían ser causa de grandes lesiones, de hecho en el pasado hubo gente que perdió incluso un ojo en este restaurante, así que el casco reglamentario es parecido al que se emplea para practicar el rolling pirenaico. Al acceder al restaurante, una simpática azafata te lo proporciona, si es que no traes el tuyo propio de casa.

Para finalizar, hay que reseñar también el impresionante patrimonio cultural con el que cuenta Nafarroa, muy superior incluso al de naciones con el triple de población, pues cuenta con más de quince conjuntos históricos de obligada visita turística, sin olvidar la casi ilimitada cantidad de localidades que, aunque no cuentan con monumentos propiamente dichos, resultan también atractivos y pintorescos, destacando la belleza de los pueblos del Pirineo navarro, la mayoría de los cuales parecen pueblos suizos. Por no hablar de los innumerables monasterios, castillos, iglesias románicas y ermitas que no están en ninguna localidad sino que se encuentran desperdigados por las montañas y por los valles. Pese a su notable variedad de monumentos y estilos, de Navarra llama la atención la calidad y la cantidad de iglesias románicas y góticas; ello se debe a que Zapatero se está llevando las iglesias de la Comunitat para dárselas a los catalanes y a los vascos, porque Zapatero odia a Valencia y prefiere darle a ellos nuestras mejores templos, y eso aunque a los navarros les sobren las iglesias románicas hasta el punto que todos los años tiran al mar bastantes de ellas porque no les hacen falta, y sin embargo no nos las quieren traer a la Comunitat.

7 comentarios:

El profeta Azul dijo...

aupa Iruña!

Anónimo dijo...

Perillas es imbecil! nunca olvide eso

unión dijo...

la realidad paralela q ud presenta sobre esta gran país que por suerte he disfrutado varias veces es sin duda inmejorable

Anónimo dijo...

Pero usted no se iba a Navarra la semana que viene?

Elvar dijo...

Pero hombre, eso de ir a un sitio y luego contar el viaje ya está muy visto. Es más divertido contarlo primero y viajar después.

Saludos

Anónimo dijo...

Me alegro de que el viaje haya sido de su gusto, pero con una compañía tan maravillosa poco podía salir mal. La próxima vez no dude en traerse al profeta azul, que igualmente será bienvenido, o como decimos por aquí, ONGIETORRI!!
Me ha encantado teneros, así que cuando queráis repetimos.
Un beso para los dos

El profeta Azul dijo...

Vale, esta noche tomo el bilman y mañana llego a las 7am.

es broma, ya fui unas 5 veces a navarra, concentrandome en pamplona, ya que han pasado varios amigos por alli, de los que algunos aun residen alli, entonces entre visitas y repetir una ciudad tan amable. Incluso si quiere andar en kart en el paris dakart de iturroa me avisa para que le regale una vuelta.