jueves, 10 de junio de 2010

CUENTOS JAPONESES: LA LIBERALIZACIÓN DE LAS STRONGS

El Primer Ministro Hatoyama se vio obligado a tomar una de las decisiones más difíciles de toda su etapa al frente del gobierno. Una decisión complicada, y que sin duda muchos sectores de la sociedad no entenderían, pero que era absolutamente necesaria para garantizar el futuro del país y para restablecer la confianza de los mercados. Una ley que todos los gabinetes anteriores sabían que debían sacar adelante lo antes posible, por el bien de todos, pero que al final, por falta de visión estratégica, o por miedo a la reacción del electorado, nadie se había atrevido a proponer al parlamento. Esa tardanza en aplicar una medida tan importante había  provocado que las situación de las finzanzas públicas se hubiera seguido deteriorando con los años, haciendo que el público estuviera más y más descontento con su clase poítica y que para cada nuevo gobierno fuera todavía más difícil hacer tan necesaria reforma.


Una resolución impopular para algunos y polémica para casi todos, pero absolutamente imprescindible para el conjunto de la sociedad. Se trataba de liminar el límite máximo de grados que podían alcanzar las cervezas comercializadas en todo el territorio nacional. La liberalización de las strongs. El límite estaba por el momento en 8, cantidad que ya los expertos la consideraban muy alta para tratarse de cerveza, pues con esa graduación uno se emborrachaba ya bastante con sólo un par de latas. Pero ya era hora, por el bien de la libertad de empresa, de eliminar esa absurda ley y permitir cervezas de tan fuertes como el consumidor pudiera libremente aceptar. De hecho en otros países del mundo existían cervezas de 10, e incluso una de 24 grados. Pero en Japón, se mantenían de espaldas a la modernidad con la típica Strong 8 que se vendía en todas las tiendas de conveniencia desde hacía décadas. No era suficiente para un país ambicioso y con orgullo como Japón.


A los pocos meses de ser promulgada la nueva ley, Asahi, el fabricante más popular del país, lanzó al mercado una Strong 9, y su gran rival, Kirin, pronto le contestó con una strong 10. De ahí se pasó a la strong 13, 19 y a la mítica 29, que ya era una barbaridad y hacía que te emborracharas con una sola lata. Pero el público se había ido acostumbrando y demandaba productos mucho más fuertes, así que se seguió subiendo hasta llegar a aberracíones como la strong 50, la 69, la 88 y finalmente la strong 100, que te tajaba de un trago.


Gracias a las nuevas strongs radicales, la vida de los japoneses cambió grandemente, lo cual permitió al gobierno sacar adelante sus nuevas políticas. Ahora todo el mundo era feliz porque estaba siempre borracho o de resaca. Los asalariados salían del trabajo, y se metían al bar para tajarse bebiéndose su única Strong diaria. Los que no tenían trabajo simplemente se pasaban doblados desde la mañana hasta la noche. Las amas de casa, justo antes de dormir, entraban en un estado de dicha artificial comparable a los tiempos en los que se habían sentido queridas por sus esposos,  que ahora se mantenían en situación de permanente mal humor por culpa del trabajo, el pachinko o el béisbol. Los pordioseros, a su vez, en los parques dormían como lirones y se sentían como si estuvieran durmiendo en un palacio. Era un chollo para todo el mundo. Por los mismos 140 yenes (un poco más de un euro), que costaba la antigua strong 8 o las cervezas normales del pasado, pillabas una taja entera cercana al coma etílico, ahorrandote un tiempo y un dinero que eran vitales en las duras junglas de asfalto que eran las ciudades japonesas.


De manera que pronto se llegó a un punto en el que la gente era absolutamente deliz y no se preocupaba en absoluto de la vida política del país, ocupados como estaban esperando a la siguiente taja que les curara la resaca de la taja anterior. Y el gobierno pudo llevar por fin a cabo sus ambicioso programa de reformas económicas y recortes para restaurar la confianza de los mercados, y sin ninguna oposición ciudadana se implantó el despido a cambio de una caja de alcachofas, la jornada laboral de 65 horas diarias, el contrato de un minuto y quince segundos y la jubilación a los 95 tacos.


Cualquier atisbo de movimiento contestatario ciudadano que hubiera existido en el ya de por sí conservador y socialmente taimado archipiélago de ojos rasgados desapareció totalmente gracias a las nuevas chelas que provocaban mucha más satisfacción, a mucho menor precio, que el mejor sistema de bienestar social escandinavo. Aunque las reformas del gobierno seguían castigando atrozmente a las clases medias y trabajadoras, y privándolas de todas las conquistas sociales de los últimos 100 años para beneficio de una pequeña élite de banqueros y de multimillonarios, la gente parecía estar por fin satisfecha y nadie se quejaba de nada, una situación que recordaba a la de la España de Zapatero, justo antes de que el barco se hundiera definitivamente y España fuera vendida a pedacitos a una multinacional taiwanesa. Igual que en España, se dijo que la reforma ayudaría a generar empleo, pero lo único que consiguió es hundir más la economía del país, pues la reducción del gasto público sólo hizo que se perdieran puestos de trabajo y que disminuyera la recaudación del Estado. 

En esa coyuntura, "los mercados" empezaron a presionar al resto de los países para que siguieran el ejemplo japonés de elevar la graduación de la strong que se vendían en cada uno de ellos. En cualquier país donde hubiera leyes que limitaran el número de grados de la cerveza, empezaban a acosar al gobierno, acusándole de populista, cercano a Eta y a Hugo Chávez, antiamericano y en contra de la libre empresa, de la democracia, de la Constitución, de la libertad y de los acuerdos de Maastrich. Un país donde la gente no bebiera por lo menos strong 30 era considerado poco competitivo, de escaso atractivo para los inversores. Se arriesgaba por tanto a que los capitales se fugaran a lugares donde las rentas generaran beneficios más altos, paises "más abiertos a la inversión". Y así es como los gobiernos fueron cayendo poco a poco y los capitalistas volvieron a adueñarse del mundo que se les había estando escapando en los últimos años por culpa de Hezbolláh, Lula, Chávez, Evo Morales, los chinos, Putin, Corea del Norte, las Farc, Hamás, el blog del Chino Muerto y la guerrilla maonista del Nepal.


Hasta yo mismo estaba en esa época totalmente idiotizado. Aunque anteriormente a las superstrongs ya me tajaba casi a diario, a partir de la nueva normativa cesaron de tener ningún contenido literario ni filosófico, y desaparecieron totalmente las largas discusiones políticas que solía mantener con mis compinches suelistas. Poco a poco deje de escribir hasta el blog del Chino Muerto, el único blog con varios Premios Pullitzer y que alquilaba pisos en el centro a un euro. Vivía sólo para curar lo más rápido pasible mi brutal resaca de cada mañana y transformarlo en una nueva taja de strong 200, la cerveza que te emborrachaba con una sola gota. Tajas irracionales y silenciosas, ábsolutamente robóticas, en las que apenas intercambiaba ni una sola palabra con mis compañeros de banco.


Una de esas mañanas apareció en el parque un nuevo pordiosero distinguido vestido con elegante traje de marca, el pelo perfectamente engominado y una forma de hablar refinada y culta que contrastaba con el sucio acento de Osaka de los mendigos que yo había conocido hasta entonces. El mendigo elegante se sentó a mi lado y me dijo que se llamaba Hatoyama. Era el mismo nombre que el Primer Ministro que había aprobado la ley que permitía strongs ilimitadas. Pero yo ya no me acordaba del nombre ni del Primer Ministro Actual ni del mío propio. Por eso el hombre abrió su maletín y me mostro varios periódicos y revistas en los que aparecían fotos suyas, al pie de las cuales se decía que  el Primer Ministro Hatoyama expresó ayer en rueda de prensa su voluntad de esto o lo otro o Hatoyama hizo énfasis en la necesidad restablecer la confianza del electorado, e innumerables sentencias de ese tipo que los políticos repiten todos los días sin saber que significan.


Al darme cuenta de que se trataba de un personaje verdaderamente ilustre, le ofrecí una cerveza que tenía guardada para ocasiones especiales, ni más ni menos que una litrona de strong 250, la cerveza que te tajaba con solo olerla. Pero Hatoyama me la rechazó indignado, y pasó a contarme la historia de las strong y de como  había dimitido de sus funciones, preso del más doloroso remordimiento, tras firmar, presionado por el FMI y el Club Bilderberg, la ley para la liberalización de las strongs, que él mismo calificó de diabólica e inhumana. Estaba arrepentido del daño que había hecho a su país y quería que la población supiera la verdad. Es por ello que había venido al parque a pedirme ayuda, pues yo, en su época en el gobierno, había sido su más bravo opositor.

Parece ser que durante ese tiempo, yo había estando organizando a los pordioseros y lanzándolos contra el gobierno, y gracias a nuestra tenaz lucha les habíamos obligado que nos concedieran algunas reivindicaciones, como por ejemplo sanidad gratuíta para el parque (sanidad gratuíta de la que no gozaban el resto de japoneses), una biblioteca llena de periódicos viejos y también cajas gratuítas para dormir que nos traía todas las semanas en camión una asociación de caridad cercana al partido en el poder. No era mucho, pero considerando que la seguridad social en Japón es prácticamente nula, y que el gobierno en Japón tiene como única función relevante garantizar la seguridad de las bases americanas en Okinawa, eran grandes conquistas. Además, al fin y al cabo no eramos sino un pequeño grupo de mendigos que vivíamos en un parque de una ciudad dormitorio de Osaka.


Yo no me acordaba de todo eso. Pero Hatoyama me enseñó fotos en las que yo aparecía al frente de las manifestaciones. También me explicó que en esa época, dada la inexistencia en Japón de una izquierda fuerte, mi grupo de pordioseros y yo habíamos sido el colectivo contestatario que más le preocupaba al Poder, y que por eso habíamos estado continuamente en el punto de mira del gobierno. Y hasta tal punto nos habíamos convertido en una molestia que Hatoyama casi había convertido al Departamento de Estado yanqui para que nos incluyera en su lista de organizaciones que debían ser ilegalizadas porque no habían condenado el terrorismo, pese que yo ya había dicho en mil ocasiones en mi blog que el peor terrorista del mundo era el nuevo negrata que ocupaba la Casa Blanca. "Siempre metemos pacifistas en la lista, como por ejemplo Evo Morales o a Nelson Mandela. Por el contrario, a militaristas radicales como Henry Kissinger, el Dalai Lama u Obama les damos premios de la paz."


Vaya noticia. Así que yo había sido un gran revolucionario. Cómo me había podido hundir así, teniendo un pasado tan glorioso. Ya estaba bien de beber strongs de cien grados. Había que contarle a todo el mundo la verdad. Así que nos pusimos manos a la obra y comenzamos a preparar barricadas de strong para detener el tráfico y provocar un caos en la ciudad y así llamar la atención de la opinión pública. Trabajando codo a codo pasamos el fin de semana Hatoyama, los mendigos y yo, sin beber strong de más de 8 grados (ah, la vieja strong 8, con todo el sabor y sólo el doble de grados, pero el triple de calorías, qué gozada, ya no me acordaba); todo el fin de semana escribiendo panfletos, llamando a las radios. Hasta contactamos con Chávez vía Twitter, y el Presidente de verdad nos garantizó apoyó para nuestra empresa y nos prometió que hablaría con los otros líderes nacionalistas de su continente y otros camaradas del eje del mal para difundir nuestras ideas. Hatoyama habló también con un amigo suyo que controlaba un canal de televisión y que iba a concedernos varios espacios publicitarios. Varias radios locales también nos confirmaron su apoyo. El domingo por la noche habíamos terminado de preparar la campaña, que teníamos pensado poner en marcha a partir del lunes por la mañana. Sudorosos en la tórrida noche de Osaka, exhaustos por el esfuerzo realizado, nos miramos los unos a los otros satifeschos e ilusionados.


Es entonces cuando apareció. Un tipo vestido totalmente de negro, con una capa, andares lentos, respiración pesada y profunda, y un horrible casco negro metálico. Darth Vader. Todos los pordioseros le miran sorprendidos mientras se acerca lenta pero firmemente hacia nosotros. Pero Hatoyama ni se inmuta, parece acostumbrado. "Es del Fondo Monetario Internacional"-me dice-"Les gusta ir siempre por ahí con esa pinta, intimidando a la gente y dándoselas de malos".

El emisario del mal no se anda con rodeos. Díce que las fuerzas de paz de la ONU bombardearán y arrasarán nuestro parque al amanecer a no ser que abandonemos nuestro plan de divulgar al mundo la verdad de las superstrongs y de la implicación de las instituciones internacionales y de Estados Unidos en el asunto. Los pordioseros nos miramos unos a los otros. No hace falta ni siquiera hablar. Le digo, haciéndome el valiente. "No nos importa morir. La Muerte es como una taja más larga de lo normal, pero sin resaca." Miro a los otros pordioseros, orgulloso de que en un momento tan importante se me hubiera ocurrido una frase tan buena. A su vez, ellos me miran a mí con orgullo. "Además, Admajimehjad ha dicho que si nos atacáis militarmente borrará Israel del mapa. De hecho, están construyendo una goma de borrar gigante en unas instalaciones subterráneas secretas en el desierto."

Vader respira hondo y se vuelve hacia mí. Por un momento parece como si me fuera a atacar directamente. "Encontraremos también a vuestros familiares y les haremos sufrir uno por uno los más crueles sufrimientos " -amenaza-. "No tenemos familiares. " replico, con lógica insuperable. "Si los tuvieramos, no dormiríamos en un parque. Así que díle a Obama que vaya a Irán o a Venezuela a recoger el próximo Nobel de la Paz si tiene huevos "  Se oye una ovación en el parque. No sólo los pordioseros, sino también las viejas, y las parejas jóvenes con hijos me aclaman.

Gracias a mi resistencia numantina, parece que Vader se da por vencido. Pero cuando ya está a punto de marchar, se vuelve otra vez hacia mí, y como intentando congelarme con su respiración negra y gélida, se queda callado mirándome. Un silencio sienestro recorre todo el parque. Tensa espera. El miedo lo recorre todo. Finalmente, el Señor de la Oscuridad se dirige de nuevo a mí.

-Suministros gratuítos de por vida al parque de la nueva Strong 300.

Eso sí que son palabras mayores. La nueva Strong 300, la cerveza que te taja de solo entrar en el establecimiento donde se comercializa. Miro a los pordios. Están sudorosos y cansados. Parece que todo el mundo tiene sed.


Otros cuentos japoneses del Chino Muerto:

-El Cuento de los Kanjis.


-El Cuento de los 12.000 yenes


-La Experiencia Japonesa de James Douglas Paterson


-Hatsumode


-Aventuras del Profeta Azul en Japón (Segunda Parte)


-El Tercer Hombre (Plagio de la Película de Carol Reed)


-El Marido Perfecto