domingo, 17 de mayo de 2009

CUENTOS JAPONESES: EL CUENTO DE LOS KANJIS


En un momento dado, todos los chinos y japoneses que he ido conociendo desde que llegué a Japón terminan haciéndome la misma pregunta: “Lo más difícil de aprender del japonés son los kanjis ¿no?”Se refieren a los carácteres chinos que utilizan los japoneses para escribir su idioma. Hay decenas de miles, a cuál más complicado, y cada uno expresando un significado distinto. Es decir, que cada palabra se escribe utilizando una letra diferente, que hay que memorizar junto con la pronunciación de dicha palabra. Hasta los japoneses tienen problemas con los kanjis; el presidente del gobierno a menudo se equivoca al leerlos. “No.”contesto, para sorpresa de mi interlocutor. Como no me gusta que me pregunten lo mismo cien veces, intento siempre inventar una respuesta que sin faltar a la verdad sea lo más retorcida posible.“Aprender los kanjis es fácil.”les digo. “El problema es que olvidarlos es mucho más fácil”

Estaba bebiendo chela tranquilamente en un parque. Como se trataba de la última lata, me enfadé cuando se acabó y la arrojé al suelo violentamente. Para mi sorpresa, en ese momento, de dentro de la lata salió un genio maravilloso.

Era un genio feo y viejo. Más que un personaje de una película de Disney, parecía un pordiosero de los que viven en tiendas de campaña en los parques de Osaka, o también en chabolas hechas de chatarra, junto a alguno de los innumerables ríos, horriblemente contaminados, que atraviesan la ciudad.

-Pide un deseo –me dice-. No importa cuán grande o díficil sea; pues cualquier cosa te será concedida, a condición de que se trate de un solo deseo, y de nada más que un deseo.

Como conseguir todo el oro del mundo sólo me haría todavía más infeliz si cabe de lo que soy, me pongo a considerar qué podía pedir para hacer del mundo un lugar mejor. La paz mundial. Otra releección de Chávez. El final del imperio estadounidense. Que se rompa España. Hay demasiadas cosas buenas. Me resulta imposible elegir una solo.

-La fórmula para que los kanjis no se me olviden- le digo finalmente, casi sorprendiéndome a mí mismo.

Oído eso, la cara del viejo, hasta ese momento inalterable, cambia totalmente. Suda. Se pone nervioso. Empieza a murmurar insultos incomprensibles en dialecto de Osaka. Le sale humo de las orejas. Me mira durante unos instantes con un odio visceral y profundo, como si quisiera matarme. Luego se produce un silencio. Un silencio tenso que me parece una eternidad.

Al final desaparece, cual samurai tras una cortina de humo, sin dejar rastro. Pero justo de desaparecer, me dice gritando:

-¡No aprenderlos!- Del resto de la noche no recuerdo nada.

Desde ese día, me he dedicado a buscar al genio tarde tras tarde, noche tras noches. Todos los días compro una caja de cervezas en el supermercado y me voy al parque a buscarlo. Y no sólo en el parque lo busco, sino que también frecuento pachinkos, izakayas, y todo tipo de antros siniestros. Y aunque casi he perdido la esperanza, si algún día lo encontrara, os prometo que no le pediré algo imposible. Lo prometo. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, pero hay alguna forma de aprenderlos o no la hay.

El profeta Azul dijo...

OIga anonimo aqui se habla con cortesia y respeto.
La proxima vez que lo vea trate de meterlo en la lata de xela y mantenerlo en cautiverio.
Estuve ojeando un libro que me regalaron de kanjis y si son muy dificiles, pero mi pareja de hecho tiene una facilidad especial para ello, al menos eso parecio descubrir en una exposicion china que fuimos a ver en el centro de bancaja, quizas ella sepa el secreto, voy a intentar meterla en una lata y cuando salga le pregunto..