miércoles, 28 de abril de 2010

LA PANTERA ROSA EN BILBAO

La Pantera Rosa llegó a Bilbao de madrugada, justo antes de que comenzara a amanecer, a bordo de una pequeña lancha motora en la cual también iba montado el Inspector Crusoe. Entraron en la ciudad cruzando a lo largo toda la ría, despacio y sin hacer demasiado ruido, pasando por debajo del famoso puente Golden Gate de San Francisco, que había llegado hasta allí gracias al novedoso y valiente, si bien algo costoso, programa de intercambio de monumentos ideado por el Chino Muerto.

Desembarcaron en una pequeña playa de gravilla con algunos pedruscos y cierta suciedad que había justo junto al centro histórico de la capital vizcaína; el Inspector Crusoe desapareció inmediatamente de la escena, mientras que la Pantera se puso a la obra, pausadamente pero con gran laboriosidad.

El objetivo de la Pantera Rosa era organizar un negocio, en principio de tamaño modesto, allí en pleno centro de la ciudad. Se trataba de un mercado, pero un mercado de lo más singular, porque la Pantera se dedicaba a comprar productos al precio más alto posible y venderlos luego mucho más baratos.

Como estaba empezando, y además era aún muy temprano, el negocio no estaba muy animado. Pasaban algunas viejas y algunos currelas de camino a la obra y la Pantera les ofrecía una barbaridad por cualquier mercancía que portaban. Por ejemplo, si una vieja llevaba una bolsa con lechugas, le preguntaba cuánto le habían costado. Si la vieja le decía que tres euros, le ofrecía comprársela por cinco euros, y luego la vendía en su mercado, a veces a la misma vieja, a euro y medio.

Así es como poco a poco se iba animando el negocio absurdo de la Pantera. Que pasaba un ruso con una caja de 6 botellas de vodka valoradas en 10 euros en cada una, la Pantera le compraba la caja a 100 euros, y luego ponía a la venta las botellas individualmente a menos de 5 euros.

Poco a poco el trasiego de clientes que acudían a aquel singular rastro había crecido hasta igualar a la cantidad de gente que iba a las manifestaciones en contra de la jornada laboral de 65 horas al día o jubilación a los 200 años, pero todavia la cantidad era inferior a la de las manifestaciones para que no se rompa la democracia o "ZP, con la familia no se juega".

El negocio había crecido considerablemente e incluía una gran cantidad de trastos de todo tipo; mercancías de lujo junto a cacharros prácticamente inservibles. Pero todos ellos de gran atractivo para el consumidor por los precios absurdamente ridículos a los que se vendían.

Hay que decir, que después de cerrar cada transacción, la Pantera siempre ofrecía recomprar una vez más el producto por un precio todavía más alto, y que luego lo ponía a la venta a un precio aún menor del de la última venta.

Se la veía contentísima y aplicadísima en su trabajo. Orgullosa de que todo fuera viento en popa, preocupándose de que su negocio funcionara bien y de saludar y dar las gracias a todos los clientes, incluso a los que sólo se acercaban a su improvisado rastro a mirar.

Dios se moría de risa observando desde el cielo el desarrollo de los hechos. Pues aunque Dios  es omnisciente y omnipresente (quiere decir que lo sabe y lo ve todo) tiene una función que le permite renunciar a esas facultades temporalmente y contemplar los hechos humanos sin conocer el desenlace de antemano, para así disfrutar a ratos como uno cualquiera, volviendo después a su estado de conocimiento absoluto de todas las cosas.

Así, mientras degustaba las más deliciosas palomitas de la historia, sentado en un sofá más cómodo que cualquiera de los sofas terrenales, se divertía con la visión (por su puesto en 3D y super alta definición) de las hazañas de la Pantera.

"Esta pantera es la monda-se decía a sí mismo, divertido-. Sin duda está orgullosa de su negocio que apresuradamente le debe de estar llevando a la ruina, y por eso da las gracias con tanta amabilidad a todos los clientes, como si pensara que el objetivo de su negocio es simplemente vender el máximo de objetos posibles, independientemente de que haya beneficios o pérdidas. Mira que animada se le ve".

"¿Será consciente de lo que está haciendo? -seguía preguntándose después Dios, entre carcajada y carcajada- ¿O bien tiene algún plan secreto o es tan despistada que confunde los números?. -Y sus risas resonaban en el cielo, y caían a la Tierra en forma de repentinas tormentas benévolas, que llenaban los pantanos en pocos segundos y traían a la Comunitat el agua para especular que no nos quiere dar Zapatero.

Entretanto, se había hecho el mediodía en Bilbao, y ya se agolpaban auténticas multitudes en ese rincón de la ría en el que la Pantera había abierto su negocio, por lo que la Pantera había contratado a varias decenas de ayudantes, a los que pagaba un generoso sueldo, más incentivos en función de las pérdidas que causarán a su establecimiento.

Con frecuencia se le veía corregir la conducta de algún empleado novel, reprochándole paternalmente el haber cerrado una transacción no lo suficientemente desventajosa.

Todo fue perfecto durante varias semanas. Gracias a la Pantera, muchísimos parados y deshauciados por la crisis tenían ahora productos que llevar a sus familias y además ganaban dinero al hacer la compra. Los pequeños comercios también se abastecían del rastro de la Pantera para conseguir productos baratos que luego podían vender al público a precio irriosorio. Nadie se preguntaba de dónde provenía todo ese dinero regalado a espuertas y todo el mundo estaba a favor de ese negocio tan ventajoso para el cliente

Pero las grandes superficies y las multinacionales y los banqueros estaban pasándolo mal, ya que la gente había empezado a dejar de acudir a los negocios tradicionales. Así que contrataron periodistas para que hablaran mal de la Pantera e inventaran abusos de los derechos humanos por parte de la Pantera, políticos para que legislaran contra la Pantera, y jueces para que levantaran causas ficticias con el objetivo de ilegalizar a la Pantera y a todos losque simpatizaran con su mercado.

La Guardia Civil empezó a investigar a la Pantera buscando conexiones con ETA, alguna prueba que permitiera cerrar su negocio, cualquier cosa ilegal, pero no había forma. Se investigó la empresa a fondo y no había nada. Era todo perfectamente normal.

La Pantera había asegurado su negocio en la bolsa de manera que si el negocio perdía dinero cobraba primas de las grandes aseguradoras. Lo mismo que hacían Goldman Sach y muchas empresas que se dedicaban a la especulación financiera e inmobiliaria; así que, según las leyes fundamentales del capitalismo, era el libre mercado y había que respetarlo.

Además, como empresa que se dedicaba a la especulación, el negocio de la Pantera Rosa se beneficiaba millones y millones de euros del gobierno en concepto de rescates bancarios y medidas anti-crisis. Así que, para impedir que la Pantera siguiera con su negocio, había que cambiar totalmente el sistema y para ello hacía falta un presidente revolucionario como en Cuba, Venezuela, Bolivia, etc. Pero de eso, los que dominaban el poder en España no querían ni hablar.

Sin embargo, las campañas del País y el Mundo en contra de la Pantera habían conseguido que dejara de ser una de las instituciones más valoradas por los españoles. Después de las acusaciones salidas en el Mundo de que la Pantera se había aliado con ZP y Al-Qaida para destruir la familia y la democracia y regalarle el País Vasco a Navarra, había calado entre la gente de derechas la idea de que el mercado de la Pantera era una tapadera de grupos terroristas. 

Los del PSOE, para que no les acusaran de blandos con el terrorismo, también habían empezado a criticar a la pantera. Al final la mayoría de los españoles la odiaban tanto como a Hugo Chávez, aunque, por suerte, muchos bilbainos de barrio seguían yendo a su deivertido negocio a comprar y a que les regalaran el dinero del rescate bancario. El País decía que la Pantera era una amenaza contra nuestro orden constitucional y contra el libre mercado.

Finalmente, se inicio el juicio contra la Pantera Rosa. El juicio se basó en la acusación de que en sus episodios de dibujos animados, la Pantera nunca había condenado a ETA, y ello, para la respetable audiencia, era prueba irrefutable de colaboración con banda armada.

El presidente de Irán dijo en una entrevista que era injusto que juzgaran a la Pantera con acusaciones tan nimias. El País publicó en portada, a raíz de ese comentario, que Irán y la Pantera eran aliados y que la Pantera estaba ayudando a Teherán a conseguir la bomba. 

Se condenó a la Pantera a prisión y su negocio se ilegalizó. Fue un gran golpe a favor del capitalismo brutal y de que en España todos los periódicos, cadenas de televisión, bancos y grandes empresas siguieran concentrándose en las manos de tres o cuatro familias, y un golpe brutal sobre la economía de miles de bilbaínos humildes, ya suficientemente azotados por la crisis. En los periódicos, el cierre se vendió como un triunfo de la democracia contra los que quieren romper el Estado de Derecho.

Pero lo que se le escapó a la camarilla de imbéciles en el poder es que, como el dibujante de la Pantera Rosa encargado de hacer cumplir en su episodio las resoluciones de la Audiencia era un tio de izquierdas, que había comprado en el mercado de la Pantera y simpatizaba ampliamente con ella, entonces el dibujante cumplió a rajatabla el guión en el que la Pantera iba a prisión excepto en una cosa.

El tipo le dibujo una cucharilla dentro de la celda con la que pudiera cavar un tunel para escaparse rápido de la cárcel en la que hubiera podido ser torturado como tantas personas en las cárceles españolas. La Pantera salió rápido con la idea de montar otro negocio en otro sitio para ayudar a los pobres y robar a los ladrones. El dibujante alegó libertad de expresión y que sólo se trataba de un ejercicio de libertad artística. Y al final sólo le cayó una pequeña multa, pero evitó ir él mismo ir a prisión y por lo tanto no llegó a ser torturado por la Guardia CIvil.