jueves, 21 de junio de 2007

NO NI HA PASTA.

Estoy buscando financiación para rodar un cortometraje surrealista de gran refinamiento estético, lleno de imágenes oníricas impactantes, algunas bastante paranoicas. El título de este cortometraje es Abyección. Hay un par de escenas bastante complejas técnicamente, así que no se puede rodar en plan barato entre colegas como la Trilogía del Comité. Por ahora no ni ha pasta para rodarlo.

En la primera escena, hay a un tipo joven con pinta de pordiosero andando por una habitación como si nada. De repente, el tipo en cuestión nota algo como un picor en su cabeza. Empieza a buscar con sus manos hasta que vemos que consigue extraer una especie de piojo o minúsculo insecto de entre sus cabellos, luego arroja el insecto al aire a boleo, pensativo, pero sin darle demasiada importancia.

El insecto cae en una mesa que hay junto a él. El tipo se olvida del asunto y se dispone a abandonar la estancia, cuando por casualidad vuelve a dirigir su mirada a dicha mesa. Entonces, se da cuenta, espantado, de que el insecto ha crecido hasta alcanzar el tamaño de una cucaracha. El hombre sale de la habitación, agitado, pero antes se detiene para mirar de nuevo a la mesa. En apenas un par de segundos la cucaracha ha vuelto a crecer para convertirse en un asqueroso bicho de casi un palmo de longitud que mueve las patitas amenazadoramente. Nuestro hombre se haya histérico, cara de angustia, inspecciona su cabeza con las manos de forma nerviosa y compulsiva en busca de más parásitos.

En ese momento, la pantalla se vuelve negra y van pasando los créditos de la película. Hay que decir que se trata de un cortometraje mudo, en el que sólo se oye, durante todo el tiempo que dura y también durante los créditos, una melodía repetitiva y taladrante que se prolonga indefinidamente y que consiste en cuatro inquietantes notas de violín.

En la segunda escena, tenemos a nuestro protagonista practicando patinaje sobre hielo en el patio interior de un hermoso palacio barroco o rococó. Patina al ritmo de la música realizando gestos estilizados de cara al público, efectuando en cada momento refinados manierismos y reverencias estilizadas al compás de la melodía taladrante de violines. En los balcones interiores y en las arcadas del palacio hay aristócratas vestidos como en el siglo XIX. Todos miran a nuestro protagonista fijamente y contemplan sus artísticos movimientos con expresión hierática, sin hablar y sin moverse, casi sin parpadear.

Llegamos a la tercera escena. Vemos al pordiosero salir del palacio, aliviado. La calle está desierta, es de día y hace sol, un día estupendo, pero a los pocos segundos de haber salido, nuestro hombre contempla una inquietante nube negra que va cubriendo todo el espectro celeste visible y que se dirige hacia él.

Comienza a llover, pero no es una lluvia normal, sino que cada tres o cuatro segundos, entre las gotas de lluvia, se producen explosiones en un punto cercano a nuestro protagonista, por encima de él, como si con la lluvia cayeran petardos invisibles que explotaran de uno en uno al acercarse al suelo. El pordiosero, nervioso, mira al cielo, en busca de alguien que le esté bombardeando, pero sólo se ve la nube negra y su copiosa lluvia. En ese momento, uno de los petardos invisibles explota a su lado, así que el pordiosero se aparta con un movimiento estilizado que recuerda al baile sobre patines que efectuara con anterioridad. Como se siguen produciendo explosiones sobre su cabeza a poca distancia, el Pordiosero tiene que esquivarlas e ir de un lugar a otro al ritmo de la eterna música de violín, efectuando continuamente sus graciosos gestos y sus finos movimientos, hasta que por fin consigue escaparse entrando en el palacio.

Ahora el pordiosero está dentro de una cafetería, decorada con muebles antiguos. En la cafetería hay bastante gente, tanto en la barra como en las mesas.

Nuestro protagonista, que todavía se encuentra algo nervioso, tropieza con una mesa en la que hay sentadas tres hermosísimas mujeres italianas jóvenes. Éstas le invitan a sentarse, y los cuatro comienzan a charlar animadamente, al son de la perturbadora música de violines. Al pordiosero se le ve relajado, más contento. Entonces una de las chicas italianas le indica que pida la cuenta. El pordiosero se gira hacia al camarero y le hace una señal, pero entonces ve por el rabillo del ojo que las chicas italianas, aprovechando su descuido, se han tirado al suelo e intentan escaparse gateando por debajo de las mesas. Nuestro hombre se da cuenta del engaño. Creía que por primera vez la rueda de la fortuna giraba y recibía algo de cariño después de tanta hostilidad, mas en realidad las italianas sólo le utilizaban para pagar librarse de pagar la cuenta. Entonces el pordiosero se levanta, indignado, y sale corriendo por las escaleras a la segunda planta del bar. Cuando llega el camarero con la cuenta a las mesa, se encuentra a las italianas en el suelo y les pide una explicación. Las italianas señalan las escaleras, y a continuación echan todos a correr, las tres italianas y el camarero, escaleras arriba intentando atrapar a nuestra protagonista.


Hay una larga persecución, al ritmo de los violines, por un laberinto de escaleras y pasillos antiguos, todos iguales entre sí. Las italianas y el camarero corren a unos metros de distancia del pordiosero, pero nunca llegan a tenerlo al alcance. Finalmente, nuestro protagonista abre una puerta que pone lavabo y se refugia ahí, cerrando la puerta con pestillo. En el interior del lavabo hay una habitación de un moderno hotel de tres estrellas. El pordiosero se tumba en una de las camas y se cubre con las sábanas. Mientras, sus perseguidores no paran de aporrear la puerta y de intentar tumbarla. El pordiosero, inquieto, mira angustiado hacia la puerta por encima de las sábanas. Finalmente, las italianas y el camarero entran en la habitación y se dirigen hacia él para matarle. Nuestro protagonista, cuando ya están un metro de él, cierra los ojos y consigue dormirse en un sueño plácido. El camarero va a golpearle, pero en ese preciso momento el pordiosero desaparece y la cama está vacía. Aquí termina este maravilloso cortometraje.

El pordiosero, mediante el acto de dormirse, ha conseguido evadirse de la realidad hostil que a su vez no es sino sueño macabro. Esta película habla de la naturaleza maligna del la belleza artística, y del carácter intrínsicamente monstruoso de la realidad.

Es una película bastante fácil de rodar en lo que se refiere a la interpretación. El papel de protagonista podría ser para el suelista Rafael Unidad, aunque habría que enseñarle a bailar. El resto de papeles no suponen ninguna dificultad para ser rodados por aficionados.

En la escena de la cucaracha habría que contar con alguien bastante diestro que fuera capaz de atrapar a los bichos y manejarlos a su antojo. Lo más difícil sería llevar a cabo mi proyecto de rodar en el palacio del Marqués de Dos Aguas. Se podría hacer en el exterior realizando patinaje normal y luego poner el hielo por ordenador. En cuanto a lo de las explosiones, habría que hacerlo con ordenador también. Hacen falta también trajes antiguos. Para el resto de las localizaciones había pensado en cerrar el triángulo con el Hotel Bristol y el Café Madrid.

Si alguien puede colaborar en algunos de los antedichos aspectos, póngase en contacto conmigo. Aunque todos pueden participar, lo más importante sería conseguir un mecenas, un millonario ocioso con inquietudes artísticas dispuesto a suministrarme el dinero para realizar el proyecto.

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