lunes, 18 de enero de 2010

LA COMUNITAT, LA PEOR NOVELA DE LA HISTORIA, POR PACO CAMPOS. CAPÍTULO SEXTO

(Atención: Esta novela consta aproximadamente de diez capítulos. Para leerla desde el principio, pincha aquí.)



En realidad, el hecho de que que estuviera aplicado unas políticas tan reaccionarias era enteramente por culpa de su sobrino, y por eso llevaba desde que llegó al gobierno intentando inventar, mas sin ningún éxito, alguna manera de quitárselo de encima. Pues no estaba autorizado a desobedecerle, ya que como ayudante personal del Príncipe de las Tinieblas y del Multimillonario Máximo gozaba de una posición jerárquica superior a su cargo meramente protocolario como Presidente de la Unión. Y además, el descarnado y vil mequetrefe le sometía a todo tipo de chantages que incluían a menudo referencias a la integridad física de su familia, y le imponía una agenda ocupadísima para que no tuviera tiempo de reflexionar sobre sí mismo y sobre estado de la nación. De hecho, el único momento del día en el que Obama Daitorio podía relajarse un poco y pensar tranquilo era durante las pausas que hacía en sus discursos para que la gente le aplaudiera.




El Multimillonario Máximo era el hombre más poderoso del mundo y el que disfrutaba realmente del control sobre la política internacional y sobre los medios de comunicación de masas que desinformaban constantemente a la población de los países occidentales. Provenía de una familia de banqueros que habían acumulado una inmensa fortuna, ya desde el siglo XIX, financiando el contrabando de esclavos con la permisimidad de los gobiernos de Estados Unidos y del peor país del mundo. A principo del siglo XX, los miembros de esa familia habían juntado ya tanto poder que eran capaces de crear crisis económicas a su antojo para chantajear al propio gobierno con las mismas. Poco a poco, ese tipo de chantajes, junto con su dominio de la Reserva Federal y de las principales instituciones económicas globales, les fue otorgando también el control efectivo del propio gobierno, que utilizaban como una marioneta para imponer al resto del mundo su agenda militarista y globalizadora.



Aunque el Multimillonario Máximo se movía siempre en función de sus objetivos totalmente egoístas y avariciosos, en realidad nunca actuaba sólo, pues sus intereses estaban enmarañados con los de las principales casas reales del viejo continente, con los de los financieros de Londres, con los sionistas de Wall Street, con las petrodictaduras del Golfo Pérsico, con el Pentágono y con los núcleos de poder cercanos al emperador de Japón. A todos ellos les unía el interés de expandir el capitalismo ý la ideología neoliberal por todos los confines del planeta, y para ello empujaban juntos en la misma dirección con todos los medios de comunicación, instituciones culturales, organismos internacionales y ejércitos de los que disponían.



Tenían objetivos muy claros a largo plazo, empezando por la creación de un gobierno único mundial (por supuesto bajo su control), de una moneda única mundial, y por el exterminio de una gran parte de la población y la imposición de un microchip al resto. De esa manera controlarían los ya menguantes recursos de la Tierra, así como movimientos físicos y bancarios de cada uno de sus habitantes. Desde ese momento, podrían negar la pertenencia a la sociedad, simplemente desconectándole el chip, tras acusarle de terrotista, de traidor a la patria, o de cualquier cosa que se les ocurriera, a toda persona que se opusiera a sus ideas de dominación mundial.



El Multimillonario Máximo organizaba todos los años una reunión secreta a la que invitaba a las personas más influyentes del mundo, a los políticos más importantes, a los industriales más poderosos y a los Premios Nobel de la Paz, a reunirse secretamente en algún hotel de lujo de un país distinto del mundo para poner en común sus ideas y para transmitirles las lineas de desarrollo que tenía pensadas para los años siguientes. Hay que decir que los medios occidentales nunca informaban de estas cumbres, cosa que no era de extrañar teniendo en cuenta que sus dueños eran miembros del club. El único que había dicho algo al respecto era un humorista de un conocido periodico británico que había acudido a la reunión de Atenas para demostrar que lo del club no era más que otra teoría de la conspiración, pero que al intentar acercarse al hotel donde la cumbre se celebraba, y también durante sus posteriores periplos por Atenas, había sido hasta tal punto acosado por los matones de la cumbre que había terminado por convencerse de la existencia del club.



Una parte importantísima de su tiempo la pasaba el Millonario Máximo, en compañía de su hombre de confianza el Príncipe de las Tinieblas, supervisando y controlando la política de Estados Unidos y de sus aliados y vigilando para que nadie se desviara de los intereses particulares que él les trazaba y de los planes que junto a sus asesores había diseñando para aumentar los privilegios de sus empresas y para poder subvertir un número más grande aún de gobiernos. Como ya era un hombre viejo y cansado, que se había enfrascado en una tenaz lucha contra la naturaleza para alcanzar la inmortalidad, durante los últimos años había ido delegando una parte cada vez mayor de sus responsabilidades en su hombre de confianza.



El problema era también que Printi, aunque más joven que M&M´s, atravesaba últimamente graves complicaciones de salud. Y aunque Emamens tenía a una de las mejores universidades de Estados Unidos trabajando exclusivamente, y a tiempo completo, en la búsqueda de una cura para su enfermedad -y también había comprado secretamente, rompiendo el bloqueo por él mismo impuesto, ciertas medicinas cubanas que eran las mejores del mercado para mitigarla, aunque no consiguieran curarla del todo-, lo cierto es que cada vez sus periodos de inactividad eran mayores, lo que les obligaba a delegar muchas de sus responsabilidades, bastante antes de lo esperado, a la persona que habían elegido para que en el futuro se convirtiera en su sucesor: el sobrino de Obama Daitorio.



Sobre la verdadera identidad del sobrino de Obama Daitorio, era más bien poco lo que se conocía. Incluso altos funcionarios del gobierno que lo veían a diario entrando y saliendo; haciendo y desaciendo, en la Casa Blanca, carecían de la más vaga noción de quién era en realidad. Entre los pocos que creían tener algún acceso, aunque insuficiente, a algo de información verdadera al respecto, se rumoreaba que en el pasado había sido un isurgente que había luchado con singular inteligencia y efectividad contra el imperialismo en todo el mundo, llamando por ello la atención del mismímo Premio Nóbel de la Paz en mayúsculas e incluso del Príncipe de las Tinieblas. Éstos habrían conseguido finalmente reducir su voluntad de alguna manera, problemente mediante soborno, chantaje, tortura, o una combinación de las tres, logrando así que cambiara de bando y que se pusiera finalmente a su servicio, al servico de la democracia, del libre mercado, de la Comunidad Internacional, etc. Del sobrino de Obama se oían en todas partes historias casi extraordinarias, como que contaba con ciertos poderes casi sobrenaturales que le habían permitido durante años esquivar al ejército de Israel y de los Estados Unidos por tierra mar y aire. Cruzar el Nilo andando, introducirse en Gaza volando, escapar de las fuerzas del Mosad ocultándose en las Pirámides de Egipto, y burlarse de los intereses de la Comunitat Internacional del Bien y de sus lacayos en cada parte del mundo.



Como era raro que una persona de su corta edad se encontrara constantemente revoloteando alrededor de Obama Daitorio, le habían dicho a la prensa que se trataba simplemtente del sobrino preferido de éste. No había sido difícil colar esa historia a los periodistas, pues su color de piel era parecido y se parecían bastante en el estilo y en la manera de hablar. Y en cualquier caso, la prensa estaba toda bajo el control del Premio Nobel de la Paz en mayúsculas, y por lo tanto, ahora también, del propio sobrino. Así que, fuera en realidad una historia ingeniosa o no, estaban totalmente a su servicio, y por lo tanto, como siempre habían hecho hasta ese momento, publicarían cualquier patraña que les pedían por descabellada que fuera.



No habían pasado ni seis meses desde que había llegado a la Presidencia y Obama Daitorio estaba ya harto. Desde el principio, el sobrino de las narices se había revelado como un auténtico fascista que no le dejaba en paz ni un minuto. Con la amenaza continua de hacer sufrir a su familia si se negaba a seguir sus órdenes, le estaba obligando a llevar a cabo una política exterior más radical que incluso la del Imbécil. Y eso que el Imbécil le había legado una economía totalmente arruinada, era el único tarado en tres mil años de historia occidental al que se le había ocurrido bajar los impuestos mientras se mantenían dos guerras. Y por si eso fuera poco, estaba la decisión de hacerse con ese zombie económico llamado Comunitat Valenciana.



Obama Daitorio no aguantaba más, apenas le quedaban fuerzas para seguir soportando las obligaciones de su cargo. Así que esa noche Obama Daitorio había decidido alejarse de los círculos de poder de Washington para reflexionar en solitario sobre su vida actual y sobre sus posibilidades como presidente de los Estados Unidos. Anque se tratara sólo de esa noche, le vendría bien retirarse temporalmente del poder y abandonar esa ciudad; esa prostituta, totalmente atrapada en los juegos de corrupción, llamada Washington.



Se encontraba exhausto. De su sobrino, de toda la tensión del cargo, de las decisiones estúpidas que le estaban obligando a tomar. Había llegado a tal estado de frustración que necesitaba un respiro. No le era ya fácil seguir engañando tan descaradamente a la opinión pública mundial siete días a la semana y veinticuatro horas al día. Era verdaderamente duro, pues requería mantenerse en permanente estado de máxima concentración y en constante alerta, lo cual resultaba de lo más extenuante.



Así que esa noche había decidido dar plantón al Primer Ministro japonés con una excusa diplomática absurda y escaparse por la puerta de atrás de la Casa Blanca para ir andando en tranquilo y relajante paseo nocturno hasta la Comunidad Valenciana, ese pequeño territorio europeo que los Estados acababan de añadir a su lista de posesiones. En el transcurso de ese paseo, decidiría que rumbo darle a su política y a su vida a partir de ese momento. Todas las opciones estaban sobre la mesa para Obama Daitorio, incluyendo el suicidio.



En cuanto a la manera en que la Comunitat había sido añadida a los Estados Unidos, en un principio Obama Daitorio se había opuesto completamente a la transacción, aunque al final, como no tenía ni voz ni voto en el gobierno, su palabra ni siquiera había sido escuchada. El motivo por el que se había opuesto es que no le parecía bien, por motivos éticos, arrancarle a otro país un pedazo de su territorio para anexionárselo porque sí. Era lo mismo que hacía el Idiota. Pero en realidad, no tenía nada en contra esa operación desde el punto de vista económico. Parecía un negocio redondo, comprar una región entera, de tamaño mayor a muchos países europeos, a precio de verdadera chatarra capitalista. Había pensado que a lo largo tendría efectos positivos para América.



Pero el problema no era el desembolso inicial. El problema es que la Comunitat se chupaba literalmente la pasta. Era tal la corrupción que imperaba en ese territorio que todo el dinero que metían en la Generalitat para poner en funcionamiento su economía desaparecía instantáneamente como por arte de magia, convirtiéndose en un auténtico quebradero político y económico para su gobierno y en un suicidio para la ya de por sí mermada tesorería de su nación.



Obama Daitorio sentía una gran curiosidad por conocer esa tierra misteriosa y llegar a intuir qué es lo que la había llevado a la ruina. Pero su objetivo aquella noche no era salvar a la Comunitat, sino relajarse y meditar, callejeando por la noche como una persona cualquiera, alejado de las responsabilidades de su maldito cargo.



Obama Daitorio entró en Valencia caminando por la pista de Silla (Avenida Ausias March), y continuó paseando tranquilamente, sin fijarse en el paisaje, absorto como estaba en sus pensamientos. El clima era magnífico, una fresca noche de verano, maravillosa. Obama Daitorio se empezaba a sentir algo mejor después de tantos años sin poder dar un paseo libremente y pensar tranquilamente sobre sus asuntos.



Después de unos treinta minutos en línea recta por esa amplia y moderna avenida del extrarradio de la ciudad, Obama decidió doblar a la derecha por un callejón con el objetivo de conocer directamente una parte de la ciudad cualquiera, un barrio no elitista ni turístico sino popular. Aunque lo que hizo en realidad sin darse cuenta fue meterse no en un barrio normal, sino en uno de laz zonas más peculiares de Valencia. El barrio árabe de la ciudad,el barrio de Ruzafa o Rusfa.



Como no tenía ni idea de adónde dirigirse, acabo metiéndose a preguntar en el primer lugar que encontro abierto, el Hotel... (INTRODUZCA AQUÍ EL NOMBRE DE SU ESTABLECIMIENTO HOTELERO. PARA CONSULTAR TARIFAS, PÓNGASE EN CONTACTO CON EL EDITOR DEL LIBRO), donde fue atendido con suma amabilidad y servicio exquisito por el recepcionista de turno de noche, que le proporcionó también un mapa y una serie de consejos que le resultaron valiosísimos. El Hotel... (INTRODUZCA AQUÍ EL NOMBRE DE SU ESTABLECIMIENTO HOTELERO. PARA CONSULTAR TARIFAS, PÓNGASE EN CONTACTO CON EL EDITOR DEL LIBRO), es con diferencia, uno de los hoteles más elegantes y con mejor servicio y relación calidad-precio de todo el centro de Valencia.



Al salir del... (INTRODUZCA AQUÍ EL NOMBRE DE SU ESTABLECIMIENTO HOTELERO. PARA CONSULTAR TARIFAS, PÓNGASE EN CONTACTO CON EL EDITOR DEL LIBRO), Obama Daitorio todavía siguió caminando unos minutos por Ruzafa. Contrariando la idea que tenían tantos americanos de España (los que no se creían que era una provincia de Méjico o de Colombia), el barrio se encontraba casi desierto en aquel momento. La mayoría de los comercios habían ya cerrado y apenas se veía gente caminando por las aceras. No había ni un ápice de la fenomenal atmósfera nocturna que se le suponía a las ciudades del sur de Europa.



Finalmente, después de haber dado varias vueltas por Rusfa, los oídos de Obama Daitorio detectaron la presencia de un sonido musical al otro lado de la calle. Era jazz, y además de gran calidad, sonando desde el interior de un antro cuya persiana permanecía medio bajada.



Obama Daitorio no se lo pensó dos veces. Un lugar calido donde poder escuchar buena música. Le apetecía entrar a tomar algo y disfrutar de una buena compañía, seres humanos normales, amables, que no tuvieran el premio Nobel de la Paz y que no guardaran ninguna relación con el miserable mundo de la política. La puerta estaba abierta aunque la persiana se encontraba medio bajada. Obama Daitorio se agachó y entró al bar pasando por debajo de la misma, sorprendido de su gran agilidad de ex-baloncestista.



Le alegró descubrir que se trataba de un antro e negros, puede que nigerianos, aunque últimamente tenía grandes dudas sobre cuál era su verdadero color de piel. Si bien en su interior no había más que unas cuatro o cinco personas, Obama Daitorio se sintió reconfortado y feliz de estar en aquel lugar de atmósfera tan agradable, de manera que sin más preámbulo se acercó a la barra y pidió un bourbon. Muy bueno, se lo bebió de un trago y pidió otro, que hizo desaparecer con la misma velocidad.



Hacía mucho que no se emborrachaba tanto, y los tientos le estaban sentando realmente bien. Desde ese momento fue concatenando bourbons a un ritmo frenético, lo que le hizo recordar sus tiempos mozos, cuando de verdad tenía poder y era un hombre libre.



Obama Daitorio sonrió a la chica que estaba sentada a dos metros suyo en la barra. No se había fijado en ella hasta ese momento, pero la verdad es que tenía un cuerpo fabuloso, con formas elásticas, voluptuosas, maravillosas curvas. La chica le devolvió la sonrisa, así que Obama, sintiéndose animado, decidió invitarle a un trago. La chica pidió un whisky con soda.



Era de Nigeria, uno de los países más perjudicados por la política exterior estadounidense. Apenas cumplidos los 16 años, había decidido inmigrar, jugándose su vida a través de media África, para buscar un futuro decente en Europa. Obama no sabía si considerarse a sí mismo negro o blanco, pero estaba convencido de ser una persona humana, así que pronto entendió el sufrimiento de la chica. Durante un buen rato se sintió tentado a dormir esa noche con esa joven tan hermosa. Aunque le animaba un sentimiento casi más paternal que erótico, Obama Daitorio pensó que la senadora Clinton se llevaría un disgusto enorme si el asunto saliera publicado,así que rechazó las insinuaciones de la chica y le invitó a tomar otro trago.



De fondo sonaba la música de Michael Jackson. Mientras escuchaba hablar a su nueva amiga, Obama Daitorio pensó de repente, aunque fuera por un solo instante, del golpe que acababan de dar en Honduras, golpe que había negado mil veces ante la prensa pero que había organizado, con su autorización, uno de sus más estrechos colaboradores. Si por lo menos no fuera el Presidente, podría cambiar algo, aunque fuera poco, podría salir a la calle a manifestarse, a gritar, a enfrentarse a las fuerzas del orden. “Por el amor de Dios, qué estoy haciendo”-se preguntó a sí mismo-. Se estaba dejando llevar otra vez por sus pensamientos más oscuros. Había abandonado Washington para descansar sólo por una noche, no para seguir pensando en política, y además el no tenía la culpa de nada de lo que hacía Estados Unidos, no tenía poder y punto, así que no estaba obligado a arreglar nada.



Sería mejor que se relajara, y que se dejara sumergir en la conversación con aquella hermosa sirena negra. Realmente era encantadora, su voz delicada y joven, el aroma de su pelo. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para no acariciar en esos moemntos su piel suave y brillante. Sintió que regresaba a su adolescencia, ese estado de inocencia salvaje y despreocupada, donde la sensación de Poder estaba presente en cada acto.



Tras unos cuantos bourbon más, Obama Daitorio había pasado de animado a borracho, y de borracho a totalmente tajado. La chica estaba sentada ahora mucho más cerca. había perdido la inhibición y era abiertamente sincera y cariñosa con él. Y Obama Daitorio, como un chiquillo, le estaba revelando ya sus más oscuros temores, sus dudas más acuciantes, sus proyectos frustados... Ella le acariciaba el pelo y le decía una y otra vez que no se preocupara, que un hombre de su talento conseguiría seguro salir de aquella situación. Obama Daitorio se sentía en esos momentos como un bebé, su madre le decía exactamente todo lo que necesitaba ecuchar.



Era obvio, y ella lo había sabido desde el primer instante, con sólo mirarle, que tal como la estaba viviendo en la actualidad su vida, ésta carecía totalmente de sentido. Si tuviera capacidad de decisión y pudiera ser honesto consigo mismo y con su electorado, la única opción que tenía era renunciar a su cargo. Podrían escaparse junto a algún país tropical, y ella le había ofrecido de hecho, de todo corazón, el dinero que había ahorrado con la prostitución, si es que no se atrevía a pasar por Washington a coger dinero o no podía, o prefería renunciar a todo el dinero sucio que había ganado con la política; juntos podrían empezar una vida humilde desde cero. Por la forma que le miraba, no hay duda que estaba enamorada, que haría cualquier cosa para protegerlo y cuidarlo. Obama Daitorio se vio finalmente en un país cálido y lejano, en una pequeña casa cerca de la playa o en las montañas, viviendo honestamente de un oficio modesto en comunión con su preciosa esposa, que siempre lo amaría aunque no tuviera poder ni fama. En comunión también con sus vecinos, gentes sencillas a las que no prometería nada que no les pudiera ayudar a hacer, en el acto, con sus propias manos. Obama Daitorio, ya abrazado a su esposa, se sentía tan bien cuidado en esos momentos.



Pero aunque lo deseaba más que cualquier otra cosa en el mundo, Obama Daitorio no podía aceptar la proposición. Y en verdad, como estaba ya en el punto desagradable de la borrachera, la frialdad casi hostil con la que había rechazado a la chica había hecho que esta abandonara el local casi llorando, dejando al propio Obama Daitorio sorprendido de su propia conducta, paralizado, como si pensara que un solo movimiento convertiría en realidad lo que acababa de hacer en ese momento. Por eso permanenció largos minutos esperando sentado en vano, porque aunque estuviera borracho sabía en su interior que ella no volvería nunca,y que acababa de perder una de las mejores oportunidades de su vida.



El humo de un cigarro mal apagado ascendia, intentado abrazar el solo de saxo, sin ningún amor en su interior pero preso de una pasión ciega, como queriendo pegarse a la música, en agonía sórdida y absurda, hasta disolverse con ella para siempre y conquistar su victoria reafirmando la muerte. Ahora sonaba “Strange Fruit”, ese tema sobrecogedor de Billy Holliday sobre los negros colgados de los árboles en los estados del sur, y dentro de la cabeza de Obama Daitorio, se arremolinaba un auténtico torbellino de imágenes violentas. No eres negro. No eres negro. No eres negro. No eres negro. Se lo estaba diciendo ahora el mismo Michael Jackson, en una de sus peores canciones. Obama Daitorio vio entonces imágenes de los bombardeos israelíes de Gaza, vio como francotiradores disparaban contra el pueblo hondureño, vio a Martin Luter King llorando en seco como Billy Holliday. Los ojos de la negra con la que había estado hablando se mezclaron con la mirada ardiente y profunda de la cantante muerta, convirtiéndose en una sola persona que lloraba, y lloraba desdichada, y lloraba desdichada, y lloraba y lloraba por el alma de Obama Daitorio. Luego, en una visión repugnante, vio como la señora Arroz era violada, y como si no pudiera aguantar seguir estando vivo en esos momentos, en un mundo tan cruel y lascivo, el primer presidente Negro acabó por desmayarse.



Unos minutos después, cuando le despertó el propietario para decirle que quería cobrarse para cerrar el local, Obama Daitorio se llevó la mano al bolsillo para comprobar la fatalidad de que se le había olvidado de coger la cartera antes de salir de la Casa Blanca. De hecho, desde que había llegado a presidente unos seis meses atrás, se había acostumbrado a vivir gratis y a obtener todo los bienes materiales que se le antojaban sólo con pedirlos, habiendo olvidado ya totalmente el valor del dinero corriente en la vida de las personas.



Así que intentó hablar con el tendero para explicarle quien era y para ofrecerle una solución dialogada al conflicto, pero su cerebro le fallaba, no conseguía hacer que las palabras bajaran desde su cabeza hasta su boca, había perdido su elocuencia. Él, que podía colarle a la opinión pública americana, se había quedado mudo de repente.



En un momento dado hasta bajo la cabeza, dándose por fin por vencido y esperando ser golpeado en cualquier momento. Él, el comandante en jefe de las fuerzas armadas de un país que no recordaba. Sin duda muchos presidentes extranjeros, postrados ante su los presidentes anteriores de su país, se habrían sentido así antes que él. Entonces recibió el primero de los golpes, o quizás había perdido la cuenta de cuántos eran ya, y se hizo la oscuridad para Obama Daitorio.


1 comentario:

El profeta Azul dijo...

El principio de este capitulo no promete mucho pero luego resulta excelente, ya tengo el sexto pa leer.