lunes, 9 de febrero de 2009

EL AEROPUERTO DE MANISES, VALENCIA Y LA PERIDA DE LAS TRADICIONES ESPAÑOLAS


Desgraciadamente, la cultura y la identidad verdaderamente hispánicas o españolas se están perdiendo, pero no porque Zapatero esté rompiendo España ni por culpa de los nacionalistas como afirman los peperos, sino porque las tradiciones de los distintos pueblos del territorio nacional, ya sean esos territorios mayoritariamente españolistas o nacionalistas periféricos, llevan varios décadas siendo sustituidas por absurdas maneras de proceder importadas de países donde la mayoría de la población es semianalfabeta, como los Estados Unidos de América o el peor país del mundo. Además ,una cosa que no se dice en los medios de comunicación controlados por las élites de Estados Unidos, Israel y sus lacayos locales es que Estados Unidos es en un país subdesarrollado donde una buena parte de la población carece de un seguro médico, al igual que ocurre en Afganistán y en el Congo.


Me encanta ver a los que afirman que se rompe España y montan un escándalo porque un adolescente quema una bandera en Barcelona, pero cuando un McDonalds en la plaza mayor de sus hermosas capitales de provincia no se les oye decir ni mú, los mismos pijos españolistas que boicotean el cava catalán pero salen de fiesta por ahí y se beben unas chelas yanquis o alemanas en vez de beber chela de aquí u horchata.



Uno de los sitios en donde se puede comprobar de manera más flagrante la horrible transformación de las ciudades españolas en los últimos años es el aeropuerto de Manises, Valencia. Recuerdo a la perfección cómo era el aeropuerto en los años 80, esa época sin normas absurdas donde podías comprar perfectamente litronas en cualquier kiosco de la ciudad. Nunca se me olvidará una vuelta a Valencia en avión desde Bruselas en la que el piloto belga, perfectamente vestido y con un inglés educadísimo, era increpado por un empleado del aeropuerto, un tipo con patillas que mascaba un palillo y que, con la camisa abierta a por la mitad y un colgante de oro entre los pelos del pecho, no cesaba de soltar improperios en castellano con algunas palabras sueltas en un inglés horrible. Al otro lado de la desolada pista de aterrizaje, un cartel donde se adivinaba que ponía Valencia, aunque faltaban dos letras, y un par de palmeras dobladas. Como si fuera Beirut, pero es que Valencia es una ciudad mediterránea, y da la casualidad de aquí la gente es espontánea y alegre, pero sincera, y Manises no es Heathrow.



Antes de empezar a copiar ese patético concepto de perfección que las élites sionistas impusieron a las lastimosas clases medias anglosajonas, y de llenarse de esos cafés tipo Starbuck, (estúpidas franquicias de café y/o pizzetillas, con nombre que no significa nada y que se compone de una mezcla absurdas de palabras inglés e italiano), el único establecimiento que había en el aeropuerto (aparte del duty free, que por entonces lo era de verdad) era un bar de carajillos y comidas de los que hacen comida casera y tienen menú del día. Lo espectacular de ese sitio es que como estaba abierto casi siempre era el mejor lugar para ir a beber alcohol a cualquier hora, mucha gente iba a hacerse los últimos cubatitas por la mañana, además, a un precio irriorio, cuando les tiraban de la discoteca y ya no había nada abierto. En cualquier caso, era el típico local sn decoración alguna como tantos sitios en España que cumplen perfectamente con su función. Un sitio para comer a precio y calidad decentes con un servicio normal, educado pero sin hipocresías ni sonrisas postizas.



Por supuesto, aunque la ciudad en la que vivo está llena de antros auténticos, carecen del toque mediterráneo, cuando vuelva a la Valencia me gustaría encontrar todavía algún sitio de ese tipo (si a su vez Valencia todavía existe y no ha sido adquirida por un fondo de inversiones de Dubai tras el impago de deudas de la Generalitat y trasladada ladrillo a ladrillo a un parque de atracciones en alguna isla artificial para pijos del Golfo Pérsico).

No me considero uno de esos nostálgicos que se oponen a cualquier tipo de avance y a los que todo cambio les parece mal. Pero para mí progreso significa deshacerse de lo malo y adoptar lo bueno. Justo lo contrario a lo que están haciendo esos imbéciles de pacotilla.

Un ejercicio mental que me encanta realizar de vez en cuando y, que recomiendo realizar a todo el mundo por lo menos una vez al mes, es imaginar, como en esa estúpida canción de los Nikis, qué aspecto tendrían las ciudades del mundo si la globalización neoliberal, en vez de haber sido comandada por el imperialismo yanqui, lo hubiera sido por el imperialismo español. Para mostrar lo asbsurdo que es que haya un restaurante como McDonald´s que es exactamente igual independientemente de en que lugar del globo nos encontramos, basta pensar que el nombre del restaurante no es sino un apellido bastante típico anglosajón, y la "ese" final en cuestión no es sino el famoso genitivo sajón que indica en este caso quién es el dueño del garito en cuestión. Con lo cual, si el imperio que domina el mundo en la actualidad fuera español y no yanqui, en todos los aeropuertos del mundo, Dubai, Singapur, Hing Kong, Otawa, habría un restaurante de comida basura llamado:

CASA GONZÁLEZ.

Y todos los adolescentes de los barrios obreros del mundo, igual en Nueva York que en Sidney, en Londres y en Osaka, con sus coches tuneados, quedarían para cenar los viernes en el:

CASA GONZÁLEZ.

Un sitio de comida rápida en el que el menú completo no sería Big Mac sino, por ejemplo, bocadillo de lomo con queso (con algún nombre un poco más rimbomante, tipo: Gran Chivito. o algo así). En vez de nuggets, lo que se freiría serían, por ejemplo, las típicas puntillas, que para el propósito de ser vendidas en dichos restaurantes en todo el mundo, serían fabricadas a escala masiva en enormes piscifactorías.

Pero el asunto no se limita a la gastronomía, sino que podría aplicarse a cualquier otro asunto. Por ejemplo, con la música. Que un tipo de Segovia compre un disco de, pongamos, Elton John, no hay cosa más tonta. ¿Os imagináis a un americano de Washington comprando un disco de Miguel Bosé?

Pues igual de estúpido. Y así sucesivamente.

(Por cierto, qué horror de música la de Miguel Bosé, si piratear un disco suyo ya esta mal, comprarlo debería ser un delito.)

1 comentario:

El profeta Azul dijo...

Actualmente no hay espacio para cosas naturales y basicas, todo lo que no da ganancias espectaculares se cierra, esa es el nuevo pensamiento, los bares donde eran centros sociales y que atendia un viejo feo y que tenia los mismos precios desde que abrio el bar y cagandose en el IPC ya no sirven para esta nueva cultura basura de la produccion y el capital que se queda en un intento porque seguimos a la cola de europa en producción.
Solo hay que ver como los pakistanies, moros, etc reactivaron el mercado de las fruterias y ultramarinos y los chinos los bares de mierda, porque no esperan grandes ganancias para tener la ultima psp y un movil-radio-gps-television-consola-carama de fotos-video.